Al parecer, al equipo de Andrés Manuel López Obrador ya se le está haciendo bolas el engrudo aun antes de que arranque sus funciones oficiales el 1 de diciembre de este año, fecha en que se completará la alternancia política plena en un México que tras el inicio de la transición en 1988 completará un ciclo de gobiernos de centro pendular con el PRI, de derecha moderada con el PAN y de izquierda populista con Morena.
Desde el avasallador triunfo de Andrés López Obrador el 1 de julio pasado, se ha vuelto prácticamente una muletilla de gobernadores y opositores el afirmar que si al nuevo Gobierno le va bien, le va bien a México, y que la colaboración entre los tres niveles de Gobierno es fundamental para lograr los objetivos de bienestar.
Eso no es enteramente cierto, pero aceptando sin conceder (como dicen las abuelas), precisamente los primeros interesados en que le vaya bien a la nueva administración son el Peje y sus colaboradores, y para eso deben manejar de manera magistral, sin duda, la tarea nada sencilla de convertir en actos de Gobierno las promesas de campaña.
Por desgracia, como se ha dicho ya también, una cosa es lanzar propuestas que suenen bien en el fragor de la competencia electoral y otra que sean viables en la realidad concreta.
Y uno a uno surgen los ejemplos; el último, la propuesta de bajar los impuestos sobre la renta (ISR) y al valor agregado (IVA) en los estados fronterizos, donde AMLO ha convocado a los gobernadores de Baja California, Sonora, Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas a apoyarle en la aplicación de medidas de control para que las empresas no muden sus domicilios fiscales en el papel con el fin de gozar de una verdaderamente apetitosa reducción del monto de sus obligaciones fiscales.
Otro más es el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, tema al que el ex candidato y ahora Presidente electo le sacó montones de jugo durante la campaña y que ahora se ha convertido en un Frankenstein, porque en la búsqueda de cumplir otra promesa de campaña ha convocado a una consulta vía encuesta queves absolutamente irracional, pues pretende aplicar una votación sobre un asunto que debe resolverse con criterios absolutamente técnicos; más allá de las millonarias demandas internacionales que desataría la cancelación de ese proyecto y la imagen de inestabilidad en México que una decisión de esa magnitud proyectaría a los inversionistas de todo el mundo.
Porque, como también decían las abuelas, no es nomás de enchílame éstas; los organismos aeronáuticos internacionales más prestigiados han determinado ya desde hace años que el mejor emplazamiento para la navegación aérea es la región de Texcoco, mientras que Santa Lucía representa complicaciones importantes, pero no sólo eso, sino que no tiene el potencial de expansión que el proyecto del NAIM en Texcoco.
Otra más es la evaluación a los maestros que ya Morena en el Congreso rechazó por considerarla represiva y autoritaria, lo cual pone en duda cuál será el alcance de la reforma educativa que impulsará el nuevo Gobierno y la calidad de docentes que surgirán de ella; pues si la cosa se pusiera en términos médicos, sería como si ante un cáncer que requiere una cirugía mayor, el paciente y su familia de plano se niegan a la realización de los análisis necesarios para conocer el estado del paciente.
Donde si una fuerza mayor a la del voluntarismo del nuevo grupo en el poder fue en materia de seguridad, ya que si bien López Obrador ofreció sacar a los militares de las tareas de seguridad y combate al narcotráfico y el crimen organizado, tras reunirse con los secretarios de la Defensa, Salvador Cienfuegos, y Marina, Vidal Soberón, y el actual secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete, el Presidente electo dio marcha atrás a sus pretensiones porque le mostraron la catástrofe que representaría quitarlos de esas labores.
Así que de buenas a primeras ya se le está haciendo bolas el engrudo a AMLO y a su futuro gabinete, y eso que aún no llega el 1 de diciembre, cuando protestará como Presidente Constitucional de México.