Es un asunto de necesidad.
O de funcionalidad, si se quiere emplear un término más adecuado para la operación de la administración pública federal.
El dato es casi general:
Los futuros secretarios de Estado y directores generales creen incompleto su equipo de trabajo si faltan funcionarios clave hasta ahora.
Dos cargos:
Oficiales mayores, encargados del buen manejo de la administración interna y de la evaluación de los programas de su respectiva dependencia.
Y las coordinaciones, gerencias o jefaturas de prensa y relaciones públicas, como se les quiera llamar a quienes atienden la imagen institucional y del titular.
En ambos casos la decisión está tomada:
Andrés Manuel López Obrador ha ordenado cancelar las oficialías mayores y reducir la mínimo las actuales oficinas de prensa.
Ante este panorama, se da un dato curioso:
Los futuros secretarios o directores generales preguntan a sus antecesores, o sea, a los actuales integrantes del gobierno de Enrique Peña Nieto cómo podrían operar sin esas áreas.
Más aún: cómo disfrazarlas.
Oficialías y prensa a revisión
La respuesta es obvia:
-Hay muchos mecanismos.
Y desfilan las sugerencias.
La primera es designar asesores de acuerdo a las restricciones impuestas por la próxima reforma a la Ley de la Administración Pública Federal.
Digamos: un miembro del gabinete puede tener especialistas en economía, política, prensa, proyección y alguna otra importante para el buen funcionamiento de la institución.
Uno de ellos podría encargarse del manejo de prensa respaldado por la llamada unidad sucedánea por la nueva legislación.
Quizá por esa vía podrían sustituirse departamentos jurídicos, de comunicación o de otra área, pero los rendimientos serían muy distintos a los actuales con una burocracia más adiposa.
En no pocos casos han pedido el organigrama actual de las dependencias federales y los futuros titulares han bosquejado su intención:
-Voy a ver si es posible conservar la Oficialía Mayor y plazas para un vocero o coordinador de comunicación social.
Y con el espíritu de la necesidad deslizan una ligera crítica:
-No creo que Andrés (Manuel López Obrador) tenga conocimiento de cuánto maneja cada una de las dependencias que pretende desaparecer.
Pues bien, ahí viene una revisión de la austeridad.
Ajustes en el nuevo gobierno
1. El ambiente en los ganadores de la elección de julio pasado no es el óptimo.
En muchos lados se dan conflictos.
En las secretarías de Estado, donde los titulares han tenido diferencias con subsecretarios y ha obligado a hacer cambios antes de iniciar la administración.
El mejor ejemplo es la Secretaría de Gobernación (Segob), donde Olga Sánchez Cordero vio marcharse a Tatiana Clouthier.
Pronto verá partir al menos a otro subsecretario.
Otro caso es en Seguridad Pública, donde para sorpresa de Alfonso Durazo se marchó Joel Ortega cuando estaba predestinado al Instituto Nacional de Migración (INM).
Veremos nuevos ajustes muy pronto en otro lado y no nada más por ambiciones porque buena parte de los designados tienen a la vez espacios en el Senado o en la Cámara de Diputados.
2. Habrá cambio de Gobierno, pero no de gestión.
Alejandro Moreno, Alito, acudió al Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext) para buscar financiamiento adicional con el fin de apoyar a las empresas campechanas en sus planes de exportación.
En especial pidió al director Francisco N. González recursos para actividades turísticas y energéticas de su estado, Campeche.
A los empeños de austeridad se les ha abierto una fisura. Esto y más leerás la columna #TeléfonoRojo de José Ureña pic.twitter.com/HorM7rie7h
— 24 HORAS (@diario24horas) 14 de septiembre de 2018