La nueva Constitución de la capital nacional inaugura una etapa en que nuestra ciudad se declara moderna por la promoción de los valores sociales, el equilibrio entre los poderes, la disposición reivindicativa de procesos de lucha complejos vividos al menos por una cuarta parte de los primeros congresistas capitalinos y, sobre todo, por su coincidencia temporal y política con el tiempo nuevo que vive el país.
Añado una dimensión central en la expectativa de lo que será por obligación política declarada y por la convicción de sus protagonistas: la ciudadanía es “constituyente”. Es la protagonista del proceso político democrático incluso, por supuesto, sin pertenecer a Morena, especialmente en esta ciudad, en la cual formas de corrupción alimentadas por el Gobierno saliente y extremos de la inseguridad que nos impactan a todos deben ser atajados de manera contundente.
Claudia Sheinbaum, la militante y la académica, la servidora pública y la científica, no es una mujer a la que le gusten los recovecos retóricos. Está interesada en las soluciones y detesta los pretextos, como ha dejado evidencia a lo largo de su historia personal.
Ello agrega un nuevo elemento al contexto del nacimiento del primer Congreso de la Ciudad de México: la sustancia normativa será una plataforma relevante para la decisión subjetiva, con el acompañamiento colectivo de Morena, para relanzar a esta capital como una urbe de modernidades.
En 24 horas se retomaron con puntualidad y oficio periodístico dos temas cruciales.
El primero, acicateado simbólica y gravemente por el asesinato ocurrido en Garibaldi en el contexto de las fiestas patrias, la relocalización del tema de los cárteles capitalinos y la actitud negligente y omisa de amplios segmentos de la autoridad, en una palabra, los crímenes récord relacionados con el crimen organizado.
El segundo, el tema de los equilibrios democráticos en una ciudad que, más que cualquiera, es promotora del debate y a la confrontación de ideas e incluso de insultos a la inteligencia del prójimo.
Sheinbaum, consigna la nota de nuestro diario, se dijo respetuosa de la oposición, manifestó ánimo hacia consensos y por supuesto reivindicó su mayoría de origen, la misma que implica que 42 de los 66 diputados provienen de la coalición Juntos Haremos Historia.
Tanto Alejandro Encinas, presidente de la Mesa Directiva de la Asamblea Legislativa, que se extinguió este lunes, como Jesús Martín del Campo, presidente de la Mesa Directiva de la Asamblea Constituyente, que nace el mismo día, situaron el tema de la derrota del mundo neoliberal y el triunfo de lo público sobre lo privado como particularidades de la nueva etapa.
Me parece que el entusiasmo oratorio debe ser respaldado por datos muy duros que se reflejen en los temas ciudadanos y muy específicos del control sobre el desarrollo urbano, la movilidad, la contaminación, el transporte público renovado y la seguridad.
De otra manera, como ocurrió ya en los años 80 -Asamblea de Representantes- y 90 -Asamblea Legislativa-, podría existir la tentación de confundir la victoria partidista, explicable y merecida, por supuesto, así como el entusiasmo personal, con la realidad ciudadana materialmente compartida: la capital del país.
Esta ciudad es la más participativa y educada del territorio nacional, según el INEGI -mayor número de licenciaturas y mayor cobertura educativa de todos los niveles-. Requerirá resultados, datos, consensos, formas de intervención ciudadana más complejas que las observadas en las décadas previas y una actitud incluyente a la cual le corresponde también un mayor nivel de autoexigencia de la clase política capitalina, segmento privilegiado de la nacional.
Si hay una casa de transición sujeta a los rigores de la exigencia, la crítica y la transparencia, ésa es nuestra urbe.
@guerrerochipres