De nueva cuenta, Rosario Robles, en el ojo del huracán. De nuevo acusada de corruptelas, ahora en su nuevo encargo, como titular de la Sedatu.
Y, de nueva cuenta, la “prensa militante” deja caer todo su peso sobre la ex fundadora y ex presidenta del PRD, a manera de último “escupitajo” al gobierno de Peña Nieto.
Pero la novedad no es que Rosario Robles sea difamada, calumniada y señalada con más presunciones que pruebas, como cuando le echaron de la dirigencia de los amarillos mediante una difamación similar.
Lo nuevo es que a despecho de la prensa lopista, ante los ataques a Robles, el Presidente electo la defendió y aseguró que se trata de un “chivo expiatorio” y que los verdaderos corruptos se encuentran en otras esferas del poder.
Más, el nuevo mandatario dejó boquiabiertos a sus aplaudidores cuando dijo que no perseguirá a políticos, empresarios e integrantes de la farándula.
Y, como era de esperarse, la inopinada declaración de Obrador provocó una suerte de “rebelión en la granja”, entre la prensa adicta a Morena, cuyos “cardenales” debieron tragar sapos y serpientes para explicar lo inexplicable.
¿Cómo explicar que si -durante años- esa prensa demolió la imagen de Robles y de Peña, hoy Obrador sale en defensa precisamente de Peña y Robles y descalifica a su prensa afín, a la que coloca en calidad de difamadores y profesionales de la calumnia?
¿Será que la prensa lopista acusará a Obrador y a su Gobierno de “solapar” a la “mafia del poder”?
Lo cierto es que la contradicción exhibe dos caras de la misma moneda; por un lado muestra a la prensa lopista como un puño de difamadores e impostores a sueldo y, por el otro lado, confirma que en su Gobierno, López Obrador será “su propio fiscal carnal”.
¿Por qué?
Porque elevado al altar de la superioridad moral, el futuro Presidente acusa, condena, perdona o manda a la hoguera, según su peculiar estado de ánimo.
¿Recuerdan las palizas públicas a los presidentes Fox, Calderón y Peña cuando insinuaron culpa o inocencia de algún político? Hoy, el nuevo Presidente perdona o condena, y nadie se atreve a cuestionar sus excesos.
Y es que olvida el presidente López que, en tanto Ejecutivo Federal, no tiene facultad alguna para perdonar y/o sancionar a nadie, y mucho menos para insinuar que la señora Robles –o cualquier ciudadano o servidor público- es culpable, inocente o “chivo” propicio para tal o cual barbacoa política.
Lo más grave es que el nuevo Presidente mete a Robles al mismo saco que a Elba Esther Gordillo y Napoleón Gómez Urrutia. Y por eso la pregunta: ¿son lo mismo?
Todos los indicios aquí consultados llevan a presumir la inocencia de Rosario Robles, no así de algunos de sus colaboradores. Sin embargo, no importa lo que aquí se crea, tampoco lo que aseguran los autores de La Estafa Maestra, y menos si el presidente López cree que Robles es chivo expiatorio.
No, importa sólo el juicio de la autoridad correspondiente, porque la justicia está lejos de los actos de fe y de las ocurrencias. Lo demás es circo y venganzas mediáticas.
Al tiempo.