Eusebio López recuerda nítidamente cuando, mientras sentía la tierra sacudirse la mañana del 19 de septiembre de 1985, experimentó por primera vez en su vida la conciencia de que en ese preciso instante podía estar muriendo mucha gente en México.
Pasaron exactamente 32 años para sentir la misma sensación de pánico e incredulidad el 19 de septiembre del año pasado cuando la tierra volvió a temblar en México con la misma fuerza devastadora de 1985.
“En 1985 yo tenía 24 años y ya había sentido otros temblores fuertes, pero ese era el primero que me hizo pensar que en ese momento se estaban cayendo casas y estaban ocurriendo desgracias”, recuerda en una entrevista a Efe.
Por televisión pronto comenzaron a pasar imágenes de edificios derrumbados, principalmente en la zona central de la capital. “Era incluso peor de lo que me había imaginado, y todavía no se revelaba la magnitud real de la catástrofe”, señala.
El terremoto de 1985, de magnitud 8,1, provocó 10.000 muertos, según fuentes oficiales, y 45.000 según la Coordinadora Única de Damnificados. Un tercio de los edificios del centro urbano de Ciudad de México quedaron destruidos.
En los días siguientes, Eusebio y un grupo de amigos se sumaron a brigadas de ciudadanos comunes que se organizaron para ayudar en los trabajos de rescate, en especial las ruinas del lujoso Hotel Regis, histórico establecimiento frecuentado por estrellas de cine, intelectuales y políticos, y que colapsó a causa del temblor.
“Lamentablemente solo recuperamos partes de cuerpos, pero a nadie vivo”, recuerda.
Treinta y dos años después, el 19 de septiembre de 2017, Eusebio se encontraba en su apartamento con su esposa. Comentaban lo lejana que había sonado la alerta sísmica que había sido activada esa mañana como parte de un simulacro anual para conmemorar el temblor de 1985 cuando un nuevo terremoto, de magnitud 7,1, volvió a estremecer la tierra.
El terremoto del 19 de septiembre de 2017 ocasionaría 369 víctimas mortales, 228 de ellas en Ciudad de México.
Mientras se apresuraban asustados a salir a la calle, Eusebio solo acertó a pensar en voz alta: “Diecinueve de septiembre, no puede ser”.
Para Mauricio Maquivar la conexión entre los dos sismos fue igual de impactante.
Narra que en el de 1985 tenía 19 años y era estudiante de preparatoria. Al momento del temblor estaba en clase de matemáticas y al principio el maestro pidió a los estudiantes que mantuvieran la calma.
Pero al sentirse con más fuerza la sacudida “el maestro sí se espantó; entonces como que te transmite el miedo. Pero sin pensar lo que sucedía afuera, hasta que salimos”, recuerda.
Cuando los sacaron del plantel vieron un jardín de niños y primaria donde se habían derrumbado paredes y vallas, y comenzaron a oír gritos. “Tenía yo un maestro que nos daba redacción, que nos dijo ‘Vengan, vamos ayudar a la escuela’. Y entonces fuimos y empezamos a sacar a los chavitos”, cuenta Mauricio a Efe.
Al ver edificios derrumbados aquí y allá, le asaltó la angustia de lo que habría ocurrido en su casa, que estaba en la colonia Roma, una de las zonas más castigadas. Varios compañeros fueron en auto hasta su domicilio, donde afortunadamente todos estaban bien.
“Teníamos un vecino que era rescatista. Nos empezó a organizar a los compañeros. Nos dijo ‘Vamos a (la unidad habitacional) Juárez’. Ahí murieron varios compañeros. Era una unidad que tenía ocho edificios. Varios edificios de la zona se derrumbaron”, expone.
Mauricio estuvo todo el día tratando de ayudar. “Sacamos mucha gente pero ya fallecida y hubo otra gente que no pudimos sacar; oíamos los gritos pero no los pudimos ayudar porque no teníamos el equipo”, sostiene.
También participó en las labores de rescate en otros sitios, pero confiesa que “llega un momento en que te sientes inútil”.
Se percató del alcance del desastre al día siguiente. “El primer día traes la adrenalina de lo que pasó, lo que está sucediendo en el entorno de tu casa, de lo que te salvaste. Hubo amigos que fallecieron. Pero ya en el segundo día, cuando vas a donde estuvo el Regis, donde estuvo el (hospital) 20 de Noviembre, ves toda la magnitud” de la tragedia, dice.
Respecto al impacto del terremoto de 2017, reconoce que fue peor porque acumulaba el recuerdo y el trauma del sismo de 1985.
En el sismo del año pasado estaba en su oficina, y no escuchó la alerta sísmica. “Un compañero nos dijo ‘Está temblando’, y salimos muy rápido a la calle. Yo no podía caminar”, rememora.
“Y cuando empiezas a oler el gas y oyes una explosión y la gente gritando, dices, ‘Otra vez no, por favor'”, concluye.
Los recuerdos de ambos terremotos vuelven hoy a estar presentes en Ciudad de México con una mezcla de respeto y temor al haber quedar grabados para siempre como dos de las mayores tragedias vividas el mismo día y con 32 años de diferencia.
JMSJ