¿Quién le cree a Andrés Manuel López Obrador?
La respuesta todos la conocen. El Presidente electo es uno de los políticos más vistos, queridos, seguidos y escuchados en décadas.
Todos los sondeos de opinión reportan que lo conocen casi cien por ciento de los ciudadanos y no sólo es el más votado en la historia, sino el que tiene más seguidores en redes.
Sin embargo, a pesar de que Obrador es el político más popular y el más escuchado, también es al que menos le creen los ciudadanos. ¿Lo dudan?
El fin de semana pasado, el presidente López sorprendió a propios y extraños con una declaración que sacudió al país y que retomaron todos los medios y analizaron expertos de los temas político-económicos.
Dijo Obrador que su gobierno “recibirá un país en bancarrota”.
Y ante la bomba discursiva menudearon los políticos, expertos y hasta servidores públicos del sector hacendario que explicaron el concepto económico de “bancarrota”.
La “bancarrota” de una economía y de un país significa la quiebra de las finanzas públicas, la caída de la recaudación y la insolvencia del Estado. Es decir, algo así como la quiebra en tiempos de López Portillo, De la Madrid y Salinas.
¿Pero qué fue lo que pasó en la economía mexicana y en los mercados globales, luego que el Presidente electo declaró “la bancarrota” del Estado mexicano?
La respuesta ya la dieron los expertos. Curiosamente –y para fortuna de todos- no pasó nada. Es decir, no se movieron los mercados, la paridad peso-dólar, la inflación y otras variables que habrían desatado una crisis como “el error de diciembre”.
¿Por qué no pasó nada, capaz de derribar los fundamentales de la economía, luego de las temerarias declaraciones del presidente López? Para responder la anterior interrogante de nuevo acudimos al consejo de los expertos.
No pasó nada porque, primero, las variables económicas de México tienen una solidez envidiable y, segundo, porque en los grandes centros de decisión económica -de México y el mundo- no le creen al Presidente mexicano. ¿No le creen?
En efecto. Resulta que banqueros, centros financieros y las grandes calificadoras saben que el futuro mandatario mexicano poco entiende del tema económico y, por lo tanto, nadie hace caso a sus declaraciones.
Pero, contra lo que muchos suponen, a nadie beneficia que la palabra de un Presidente no tenga credibilidad. ¿Por qué no es bueno que no hagan caso a lo que dice el Jefe del Ejecutivo?
Porque los fundamentales de la economía se mantienen estables a partir de la confianza, la certeza y la credibilidad en las decisiones y declaraciones de los mandones de un país.
¿Y qué creen? Que si bien las amenazantes declaraciones del presidente Obrador no fueron escuchadas, sí catalizaron la desconfianza y la incertidumbre en su gobierno y en el futuro del país.
Por eso, hoy crece la percepción de “la crisis que viene”. Y no pocas empresas y empresarios se mueven en función de una inminente devaluación en el futuro cercano. Por eso más vale no jugar con “¡al lobo, al lobo!”.
Al tiempo.