Como legisladora del PT y en alianza con Morena y Encuentro Social, pretendemos refrendar la legítima aspiración a que los colores patrios no sean usados con intención electoral, con pretensión de identidad de un partido con la bandera o los códigos aprobados para el gobierno federal en turno”. Así justificó la diputada y exvelocista, Ana Gabriela Guevara, su iniciativa que, como mencionó en Twitter, incluiría una reforma a la Constitución para que nadie haga política usando los colores que todos identificamos desde niños.

Tanto partidos como asociaciones políticas tendrían prohibido “el uso simultáneo de los tres colores de la Bandera Nacional, en cualquier combinación y composición, en sus emblemas, distintivos y símbolos en general” (Excélsior, 19/09/2018). Buscando este tipo de prohibiciones totalitarias, es como la sonorense pierde su valioso y limitado tiempo como legisladora federal (el primero de diciembre irá a la dirección general de la CONADE).

En lugar de aplicar su experiencia en mejorar el desarrollo deportivo nacional (plagado de inequidades y corrupción) o en combatir la obesidad en distintos grupos etarios vía la actividad física, la medallista no quiere ver secuencias de ciertas tonalidades. Y el otro problema es que, claramente, se pretende legislar contra un partido legal y con registro: el PRI (la “no retroactividad” no aplicaría si se especifica en la reforma, y efectivamente se podría obligar al Revolucionario Institucional a dejar los colores). Si el priismo quiere cambiar sus colores (tal vez por que le convenga en términos mercadológicos), que lo decida por sí mismo, y no tras ser forzado por otro partido con el que tuvo una dura batalla.

Veámoslo al revés, ajustando las variables: ¿el PRI o el PAN legislando contra la utilización de referencias religiosas (el nombre “MORENA”) en partidos o asociaciones? Un militante o simpatizante de este último podría decir que no se trata de una referencia religiosa sino que sólo es una palabra común. Pero cualquier mexicano con un mínimo de raciocinio sabe que el acrónimo “MORENA” carga, deliberadamente, con una connotación religiosa.

De igual manera, por supuesto que el PRI, vía sus colores, buscó y busca hasta hoy asociarse con la bandera. Pero en un país donde las instituciones no se usan para golpear o desintegrar políticamente a los rivales (ese que buscamos ser…), ninguna de estas dos elecciones en materia de identidad partidista y organización colectiva debería ser castigada. Además, está el caso de la implementación: el PRI, por ejemplo, podría bajar un tono a los colores y argumentar que ya no son los de la bandera. Sería un debate por demás absurdo.

¿Qué tipo de política sin alma buscamos establecer si prohibimos reproducir aquello por lo que todos luchamos? La iniciativa anunciada por la diputada Ana Gabriela Guevara no sólo es ridícula y autoritaria; también es peligrosa. Prohibir desde el poder el uso de colores está un paso detrás de prohibir el uso de palabras. Abrir esa puerta es intimidar a la tolerancia.

* Agradezco los comentarios de José Miguel Espinosa Vélez en relación a lo jurídico.

@AlonsoTamez

aarl