Hace dos años empezaban a conformarse las presiones inflacionarias que sacarían de cauce al Índice Nacional de Precios al Consumidor de la zona permitida de 3% más-menos un punto porcentual.
Ya para septiembre de 2016 quedaba claro que la depreciación del peso frente al dólar no era algo temporal, y mucho menos luego del brinco que pegó la paridad tras el resultado electoral de la carrera presidencial de Estados Unidos.
Con la certeza de que ya no volveríamos a ver los anhelados 15 pesos por dólar, los precios empezaron su ajuste al alza, a pesar de que se mantenían datos no tan buenos de consumo y confianza del consumidor.
El golpe definitivo a las expectativas del Banco de México (Banxico) llegó en enero de 2017 cuando el incremento al precio de las gasolinas conformó el fenómeno del gasolinazo, ése que además del incremento porcentual de los energéticos, implicó el impacto psicológico de creer que se desataba una burbuja inflacionaria.
La política monetaria, que ya tiene las tasas de interés cercanas a 8%, necesita de la credibilidad de los agentes económicos para que funcione adecuadamente un alto costo del dinero.
Es un hecho que el peor impuesto que puede sufrir la población de menores recursos es la inflación. No hay manera de que los salarios compitan contra la inflación general. Por lo tanto, es indispensable que se recupere la tendencia a la baja de la inflación para que el siguiente Gobierno tenga un margen mayor de estabilidad durante su curva de aprendizaje.
Hoy la inflación está lejos del objetivo del Banxico, las gasolinas han sido determinantes para ese aumento. Hoy sabemos que el siguiente Gobierno mantendrá el esquema de libre mercado de gasolinas y con todos sus impuestos. Una promesa de campaña incumplida, pero necesaria para la estabilidad presupuestal del país.
La gran diferencia es que ahora no habrá un coro de políticos en campaña dinamitando la confianza de los consumidores y las expectativas inflacionarias con su coro de frenar los gasolinazos, porque ahora ellos gobiernan y se enfrentan a la realidad.
La inflación general pareció tocar un techo con aquel 7% al cierre del año pasado, pero en el camino de regreso al objetivo se ha encontrado con resistencias que la han hecho rebotar en torno a 5% anual.
El Banco de México defenderá el poder de compra como un perro. Es posible esperar un siguiente aumento en la tasa de referencia durante la siguiente reunión de política monetaria, pero hace falta que, desde el manejo fiscal, que es responsabilidad del Poder Ejecutivo, se manden las señales de estabilidad necesarias. La primera escala en ese mundo de las señales correctas llegará con el paquete económico de 2019.
La inflación podría estar, ahora sí, en un proceso de corrección para regresar al cauce de 3%. Pero necesita que el siguiente Gobierno compre la estabilidad de precios como uno de sus grandes valores.