La terapia, cuyos efectos tenían que haber durado por lo menos diez meses, hasta acabar esta temporada y finalmente contratar a un galáctico con aspiraciones de llenar el vacío dejado por Cristiano Ronaldo, ni siquiera ha alcanzado para 50 días.
El Real Madrid, tan habituado en el pasado reciente a anotar a cada partido, tan rescatado por la puntería del portugués, tan impregnado de su gen ganador (o estrella, o hechizo, o como queramos llamarle), empieza a contar por centenas sus minutos sin gol.
319 minutos, equivalentes a tres partidos y medio, impensables hace no muchos meses. Mera circunstancia del futbol y de las largas temporadas si se considera que ha estrellado balones en los postes, que ha tenido ausencias notables, que el simplismo de un número no puede servir de guía. Mucho más que una estadística si se considera lo que los merengues han padecido contra el común de sus rivales serios y su repentina falta de contundencia.
Terapia que apelaba al colectivo: si todos jalaban parejo, si desprovistos de Cristiano juntos invocaban el poder del sacrificio, si ese gol por partido se repartía a partes iguales en el plantel, pero no: demasiado pronto ha resultado evidente que no basta con un diván y buenas intenciones.
Menos cuando ante la lesión de pilares como Bale, Marcelo e Isco, el director técnico decide dejar en casa a Sergio Ramos y en la banca a Luka Modric: cinco ausencias medulares en un once con escasas alternativas para esas posiciones.
Si el Madrid quiso abrir la campaña demostrando ser mucho más que la estrella emigrada, hoy entrará a los partidos con ese maleficio bajando por la espina dorsal: incertidumbre, inseguridad, confusión.
Todas las premisas requeridas para evitar la añoranza de Cristiano, han fallado muy pronto: que Bale no se lesionara, que Benzema acercara sus cifras a la del 9 que lleva por dorsal, que Asensio se convirtiera en quien se cree que puede ser, que los infalibles mediocampistas siguieran así, que los influyentes laterales fueran regulares…
Visto que Gareth ya se lesionó, que Karim continúa sin hallar la red, que Asensio naufraga a menudo, que hasta Kroos regaló un balón en Moscú, que Marcelo y Carvajal están acechados por dolores, la tormenta perfecta se ha consumado.
¿Qué más puede salir mal? Que la rotación de porteros, consecuencia de comprar lo único que no hacía falta, disminuya el rendimiento de dos portentos del arco.
Probado que la terapia no funciona, el Madrid tendrá que escarbar en otro sitio para salir de esta. Al tiempo, Julen Lopetegui, el que fue echado de la selección española en Rusia por anunciar su acuerdo con el Madrid, salió este martes de Moscú temiendo un nuevo despido. No a corto plazo, pero comienza a ser una posibilidad.
Twitter/albertolati