Muchos mexicanos que no participaron en el 2 de octubre recuerdan –acaso con mayor asombro- el día después.
Y es que a la confusión de lo ocurrido ese 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, a la mañana siguiente se sumaron el silencio mediático y la complicidad religiosa.
Y esa experiencia, de la “prensa vendida” y la “Iglesia vencida”, fue la otra tragedia, la del 3 de octubre.
Y es que para la mayoría de ciudadanos –que no participaron en las protestas estudiantiles-, la información llegó por la vía del rumor; de boca en boca. La noche del 2, miles de jóvenes no volvieron a casa. Por eso, “a tientas”, las familias salieron a su busca.
El día después, muchos esperaron noticias en los diarios. Sólo groseras justificaciones y mentiras; nadie dijo represión y menos habló de una matanza. Pocos opinaban, casi nadie criticaba; periodistas e intelectuales sometidos.
Silencio, limitación, sesgo, autocensura, indiferencia… características que describen el reporte de los medios sobre la masacre de civiles perpetrada por fuerzas policiales y militares, en la Plaza de las Tres Culturas. Aquel 3 de octubre de 1968.
Así cabeceó la prensa la matanza, el día después.
1. Excélsior: “Recio combate al dispersar el ejército un mitin de huelguistas”. 2. El Universal: “Tlatelolco, campo de batalla”. 3. El Heraldo de México: “Sangriento encuentro en Tlatelolco”.
4. Novedades: “Balacera entre francotiradores y el ejército, en Ciudad Tlatelolco”. 5. El Día: “Muertos y heridos en grave choque con el ejército en Tlatelolco”. 6. El Sol de México: “Responden con violencia al cordial llamado del Estado. El gobierno abrió las puertas del diálogo”.
Queda claro que, según los medios más prestigiosos de entonces, los villanos de la historia fueron los estudiantes, mientras los buenos eran policías y militares, que hicieron un “cordial llamado” al diálogo antes de atacar.
A la tragedia de la “prensa vendida” siguió la “Iglesia vencida”. Y es que la sociedad de los años 60, verdaderamente católica, esperó en vano una condena de los jerarcas católicos a la masacre; la condena nunca llegó.
La semana siguiente al 2 de octubre, el obispo primado, Ernesto Corripio, difundió un escueto mensaje en el que a nombre de la jerarquía católica rechaza la violencia, llama al diálogo y culpa de manipulación a los jóvenes.
La prensa y la entonces poderosa Iglesia católica habían sido callados por un Gobierno autoritario. Y es que México estaba en el ojo paranoico de la lucha contra el comunismo que se vivía en Estados Unidos. Y el reclamo juvenil por libertades básicas fue entendido por el gobierno represor de Díaz Ordaz como germen comunista.
Curiosamente hoy, 50 años después, el partido en el poder, Morena, y el nuevo Gobierno defienden dictaduras como la venezolana, la nicaragüense, la cubana y la de Corea del Norte… Y esa alineación merece el aplauso de los medios y el silencio de los jerarcas católicos.
La tragedia del día después, del 3 de octubre.
Al tiempo.