Desde luego la necedad es como la gripa; se propaga con mucha velocidad. Lo último que se le ha ocurrido al Presidente catalán, Quim Torra, es escribir al Papa, a Trump y a los 27 Presidentes europeos para que intercedan por el asunto catalán.
Dice este gran estadista, al que Konrad Adenauer o Disraeli le queda pequeño, que no se les permite hablar, que España es un estado represor, que no tienen democracia ni libertad.
No me extraña, ¡pobre! No hay más que pasear por las Ramblas y ver cómo están completamente llenas mañana, tarde y noche; cómo todo el mundo opina sin que se les cercene el diálogo; cómo Cataluña goza de la mayor cuota de autonomía por encima incluso del resto de cualquier otra región española; cómo, desde hace muchos años, los Presidentes catalanes son independentistas y a nadie se le ha metido en la cárcel, porque es legal; cómo los partidos políticos que defienden la separación de Cataluña de España todos son legales, y nunca ninguno de ellos fue ilegalizado.
Pero claro, Quim Torra y sus secuaces tienen que practicar el victimismo y llamar a los órganos internacionales para llorarles de que España es mala, muy mala, y ellos son pobres víctimas sojuzgadas bajo el yugo del Estado Español.
Quim Torra y, antes el huido de la justicia, Carles Puigdemont intentaron convencer a los países europeos, pero nadie les hizo caso. No era para menos. Ninguna nación ha reconocido el afán de independencia de aquellos catalanes que se quieren marchar. Y nadie lo ha hecho porque va en contra de la Constitución Española y, por lo tanto, no es legal. Sería lo mismo que si Tlaxcala, por ejemplo, dijera que se independiza de la República Mexicana. La Constitución Mexicana no dice nada de separación de los estados. Pues bien, en Cataluña ocurre lo mismo.
No deja de ser ridículo, muy ridículo que este personaje llamado Quim Torra escriba cartas al Papa y a Trump para que intercedan. Pero que intercedan ¿de qué? ¿De verdad alguien se cree que Cataluña está oprimida?
Ya está bien de tanto absurdo. Ya está bien, porque entre otras muchas cosas la broma le está costando al contribuyente español muy cara.
Va siendo hora de quitarles la máscara y dejarles en eso, en un ridículo sin recorrido.
España les ha dejado jugar mucho tiempo. Va siendo hora de replegar velas.