La cuarta transformación no goza de su momento más alto de popularidad. Hay varios motivos, entre ellos el dilema del aeropuerto, que los electos pretenden resolver o con una consulta hecha a las carreras, sin método ni información suficiente para nadie; y el de la seguridad, que, inverosímilmente, nadie se preocupó en meditar durante los 12 años de campaña, y que ahora tratan de escribir sobre las rodillas, entre ambigüedades sobre la Guardia Nacional y unos foros que salieron, ya vimos, fatal. Pero si estos dos temas dan qué pensar, no hablemos de la educación, un hándicap terrible de nuestro país, como nos recuerdan las mediciones internacionales, que según todas las señales sólo va a desplomarse más en el sexenio por empezar.
¿Qué señales? Primero, el temita de la reforma educativa. Hace unos días, el foro de Acapulco terminó como terminan las cosas con la CETEG: en una golpiza; a sillazos. Se puede argumentar que con la CETEG, con muchos sectores de la CNTE, con el profesorado radical, pues, las cosas terminan siempre de ese modo. Pero el Presidente electo y su entorno juraron solemnemente dinamitar la reforma y así cosecharon muchos votos de un sector que, además, resulta útil para engrosar mítines e intimidar a los escépticos. El problema es que ese sector no admite ambigüedades, y el Gobierno electo, ante la reforma, ha sido, como en tantos temas, bastante ambiguo. Así que enfrentamos dos escenarios: o se le da muerte a la reforma, con las muy malas consecuencias que eso tendría, pese a todos sus defectos, en los niveles educativos de este país; o no, lo que provocará una violenta insurrección del gremio.
La segunda señal es la idea de crear otras 100 universidades públicas. Es grave. ¿Por qué? Por el antecedente de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, con 800 titulados en 18 años, pero eso sí, libre de exámenes de admisión y otros criterios elitistas. Claro, los contingentes que salen de ahí cada que hace falta son ruidosos, broncos y guevaristas.
Estamos, pues, ante dos actos de entrega de la educación al radicalismo de izquierda, al que se puede sumar un tercero: el de la UNAM, que vive momentos delicadísimos, sometida al porrismo, violenta, incapaz de reaccionar. ¿Cómo ha respondido el Gobierno por venir, que interviene en todos los asuntos del país? Con un silencio generalizado. Como si la universidad más grande de México no fuera un tema de interés. Como si la letra a sillazos entrara.
¿Adivinan cómo nos va a ir en la siguiente prueba PISA?