En las décadas previas a la primera alternancia en el poder presidencial –entre los años 60 y 90 del siglo pasado-, una de las más severas críticas a los Gobiernos del PRI era la sumisión de los Poderes Legislativo y Judicial, al Presidente en turno.
Legisladores de los partidos opositores de la época, el PAN, el PMT y el PSUM –los dos últimos antecedentes del PRD y de Morena- apaleaban todos los días –desde las tribunas legislativas- a los diputados y senadores del PRI con un argumento demoledor e incuestionable: “Lacayos del Presidente”, les gritaban a la menor provocación en las Cámaras de Diputados y Senadores.
Y es que, en efecto, en aquellos años los legisladores federales del PRI eran obedientes corderos pastoreados por un líder que dictaba sin titubeo la línea que recibía de la casa presidencial. Y ay de aquél que rompiera el redil, porque era expulsado del rebaño.
Y el ejemplo “del sometimiento priista” era “la roqueseñal”, que los izquierdistas repetían complacidos.
La llamada “división de poderes” era un sueño impensable. Es decir, los diputados y los senadores del PRI no tenían ideas propias porque no pensaban con cabeza propia; tenían prohibido pensar. Lo suyo era la obediencia a ciegas y sordas.
En los previos a la elección presidencial de julio pasado –y cuando era inminente la victoria de López Obrador-, el ex candidato presidencial Diego Fernández de Cevallos se refirió al tema, y dijo que uno de los mayores riesgos de un potencial gobierno de Obrador sería la debilidad de los poderes “frente al poder tirano”.
Así lo dijo, a la pregunta de si habría división de poderes en un eventual gobierno de AMLO: “Hay mucha cobardía también en los demás Poderes (Legislativo y Judicial), hay mucho de conveniencia y acomodo… Entonces, ¿van a resistir sus brutalidades, sus abusos, sus atropellos? ¿Quién sabe?”.
Fernández de Cevallos sabía de lo que hablaba. Y, el mejor ejemplo, lo vimos hace pocas horas, cuando a la provocación de que los diputados pagarían la consulta del aeropuerto -propuesta por un Gobierno aún no constituido-, los diputados de Morena se apresuraron a decir que sí.
Y, a pesar de que algunos diputados de Morena como Ricardo Monreal y Porfirio Muñoz Ledo intentaron un infructuoso “derecho de pataleo”, lo cierto es que confirmaron que “hay mucho de cobardía, de conveniencia y de acomodo”. Y sin chistar pagarán una encuesta que no es legal y que va contra el artículo 35 constitucional.
¿Dónde está la división de Poderes?, ¿dónde está la crítica de la llamada izquierda –de los legisladores de Morena-, “a la sumisión” del Legislativo al Ejecutivo; de los diputados a un Presidente que aún no está en funciones?
¿Por qué ningún diputado de Morena se atreve a cuestionar la consulta inconstitucional que ordenó el Presidente electo?, ¿ya olvidaron los diputados del partido rojo que juraron respetar y hacer respetar la Constitución?
Queda claro que los diputados y los senadores de Morena son el nuevo PRI, sólo que recargado.
Al tiempo.