La recta final de la gira de agradecimiento de Andrés Manuel López Obrador –que concluyó este fin de semana en Chiapas– tuvo una característica: la promesa del tabasqueño de extirpar un tumor maligno del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM).
Algunos de los últimos estados que visitó el Presidente electo fueron Campeche, Tabasco y Tamaulipas, entidades donde López Obrador se encontró con una constante: trabajadores de las diferentes secciones del sindicato petrolero, que asistían a sus mítines para pedirle a punta de consignas, porras y mentadas de madre que se le quite el poder a cierto personaje conocido como el último cacique del país: Romero Deschamps.
Y el tabasqueño les correspondió. En cada entidad que se topaba con estas manifestaciones, prometía que si bien no necesita meter a nadie a la cárcel para legitimarse -como ocurrió en su momento con Salinas y Joaquín Hernández Galicia la Quina o Peña Nieto con Elba Esther Gordillo-, él sí acabará con los liderazgos charros. Especialmente, y según dijo el 14 de octubre pasado en Villahermosa, el que existe en el sindicato petrolero.
El clímax de estas expresiones contra el charro de charros sindicales se dio el pasado miércoles 17 en Tampico, cuando advirtió de manera tajante: “Vamos a modificar la ley para que haya democracia sindical”. La expresión le valió aplausos y porras, pero sobre todo sonrisas de varias secciones sindicales que asistieron al mitin a un costado de la Laguna del Carpintero.
En total dominio del escenario, el Presidente electo se sintió respaldado por sus simpatizantes. Como decía mi abuela Dondinéa: “De por sí el niño es risueño y todavía le hacen cosquillas”.
Don López, ya encarrerado, advirtió: “A los dirigentes de los sindicatos, sean del Seguro, sean Petroleros, sean de Salud, sean del Magisterio, etcétera, etcétera… serán los trabajadores quienes los elijan libremente, democráticamente y garantizando un voto libre y secreto”.
Pero la cosa no está nada fácil, y el charrismo sindical se defiende como gato boca arriba. El mismo miércoles por la noche, varios trabajadores petroleros esperaron a AMLO a su llegada al aeropuerto de Tampico, de donde volaría a Monterrey. Ahí le denunciaron que las elecciones para renovar 36 secciones sindicales están totalmente amañadas. Le detallaron, entre otras cosas, que la presunta secrecía del voto era una farsa, pues en las boletas los trabajadores debían de anotar sus nombres.
Otra de las irregularidades que escuchó en su camino hacia la sala de espera del aeropuerto fue que en algunas secciones sólo había un candidato postulado… Sí, piensen mal y acertarán, puro cercano a Romero Deschamps.
Como ya es su costumbre, López Obrador cita a sus colaboradores para platicar con ellos y girar órdenes en las salas de espera de los aeropuertos, en los recorridos por carretera y también en los vuelos. Ese día le tocó a Octavio Romero Oropeza, a quien el morenista ha propuesto para dirigir Petróleos Mexicanos, con quien, me dicen mis orejas, platicó largo y tendido de la situación sindical.
En el baúl: la ley con la que AMLO pretende garantizar la democracia sindical está incluida entre las secundarias de la Ley Federal del Trabajo. Estas modificaciones se harán -según me dicen- antes de que termine el año, y son prioridad para el próximo Prejidente.
¡¡¡Regresarééé!!!