Los vemos serios, concentrados, hasta ausentes por momentos. Así es la imagen de los pilotos cuando los vemos en las tomas de la televisión. No es para menos, pues con la precisión con la que se trata cada detalle no se debe perder la concentración.
Una vez que los monoplazas se apagan y los conductores ya cuentan con la adrenalina en niveles más bajos, la distracción parece necesaria para fortalecerse al menos en lo mental, y al menos por corto periodo.
Algunos como Ricciardo o Verstappen se dieron tiempo de participar en una tradición que tenemos en México muy a menudo: las piñatas. Ambos pilotos recibieron una piñata de su misma persona en el primer día de actividades y tal cual para ellos resulta una actividad exótica a la vez que fascinante.
Los dos derribaron su piñata y rodeados de muchas cámaras que podrían cohibir a cualquiera, ambos se arrojaron al piso y se mantenían como si estuvieran en la intimidad de una reunión de amigos.
Un ejemplo más es Carlos Sainz. El español tuvo unos minutos para dejar de lado el nomex y los guantes para sustituirlos por una pelota. El piloto de Renault evidenció que el futbol no es lo suyo en lo profesional, pero sí en el sector amateur, ya que sorteó con éxito algunos retos que dos chicos que incursionan en el free style le pusieron.
Vemos que se divierten, pero no gozan de la libertad que la mayoría tenemos. A donde quiera que van siempre están acompañados por una persona que ejerce una autoridad incluso superior a la de sus padres cuando estos eran niños. Les indica con quien van, cuanto tiempo hablar, por donde caminar.
Si hay algo que podrían envidiar al más común de los ciudadanos de este mundo puede ser esa plena ejecución de su voluntad en el momento deseado sin temor a decir una palabra de más o de menos. De algún modo, ellos se vuelven una extensión de su auto, el cual debe ser controlado para que llegue a tener algún despiste.
fahl