El fin de las ideologías nunca existió ni existirá: el debate del sentido político y de la corrección ética de un posicionamiento es inevitable y bienvenido.
Veamos.

El candidato de Ricardo Anaya para ocupar la presidencia del PAN, Marko Cortés, asume que el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, es indeseable en México con el argumento de que ha reprimido protestas sociales y ha violado los derechos humanos.

Ese panismo no extiende su planteamiento a Donald Trump, a quien diversas comunidades políticas de algunos países, en México y especialmente en el Medio Oriente, acusan de lo mismo.

Para el PAN es indispensable la construcción de un conjunto de puntos desde donde reconstruirse como oposición creíble ante el desplome del PRI y la avasalladora presencia de Morena.

El PAN, por supuesto, está en su derecho. Como lo están también todos los demás de recordar si el panismo ha protestado contra los abusos de gobiernos de derecha registrados en contra de comunidades enteras, en perjuicio de estratos con politización proizquierdista, en el ataque a sectores sociales sujetos a diversas formas de explotación y subordinación política hasta el grado de la tortura y el asesinato.

La selectividad crítica del panismo, o al menos del panismo de Anaya, puede encontrarse respecto de los regímenes dictatoriales de América Latina, cuando los gobiernos de las derechas del continente se beneficiaron, en lo general, del escaso activismo nacional e internacional del panismo contra ellas.

El partido político que representa la segunda fuerza política del país y Cortés, el candidato del grupo anayista, se respaldan en el argumento a medias dirigido contra Maduro, pero sobre todo buscan contrastarse con el próximo Gobierno.

Es una oportunidad generada para convertir las polémicas relevantes y todas las que sea posible en puntos de ataque al Gobierno que tomará posesión en diciembre.

Si se consulta por la obra en debate del aeropuerto, se dice, hay un procedimiento antidemocrático; si se invita a un Presidente de un país antipático a la ficticia pureza panista de la defensa de los derechos humanos, se acusa de un proceso de legitimación o promoción de una autoridad extranjera que, debatible y cuestionablemente permanece en el poder, pero que es, guste o no, representante legal de su país.

Para conceder integridad discursiva y ética al posicionamiento del panismo debemos revisar cuáles han sido los pronunciamientos de ese partido en relación con intervenciones de la CIA, de las fuerzas ultraderechistas y paramilitares o de frente a derrocamientos e invasiones en los siguientes casos: Guatemala 1954, Haití 1959, Brasil 1964, Uruguay 1969, Bolivia 1971, Chile 1973, Argentina 1976, El Salvador 1980, Panamá 1989 y Perú en 1990.

La convenenciera selectividad crítica del panismo no desautoriza del todo la legitimidad de su argumento, pero lo pone en una luz que merece ser más amplia.

Dice Manuel Gómez Morin que Ricardo Anaya es “un muchacho estúpido”. No parece una síntesis muy justa, y sería interesante saber cómo encuentras el posicionamiento de Cortés…o si comparte su posición.

@guerrerochipres