Los empresarios experimentados saben que no hay nada más difícil de manejar entre sus empleados que un proceso de cambio. Desde hace años, las principales consultoras en talento humano ofrecen una metodología llamada Change Management, que consiste en el diseño e implementación de estrategias para que las personas acepten aquellos procesos que generan cambios en su rutina laboral o cultura organizacional.
A los grandes empresarios les cuesta ahora más que a cualquier empleado que hayan tenido el estar obligados a lidiar con el cambio que supone el diálogo abierto y participación que el Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ha decidido establecer con la ciudadanía para un proyecto tan importante como polémico desde su campaña.
Es por eso que ayer, líderes de la iniciativa privada llamaron a una conferencia de prensa en la que lamentaron los resultados de la consulta “sin rigor metodológico”, que como era previsible se inclinó por frenar Texcoco. En resumen, aseguran que el próximo Gobierno envía un mensaje grave de incertidumbre a los inversionistas que ya mostró señales negativas como la caída del peso -como si la fluctuación que mostró ayer fuera inédita o irreversible- y la Bolsa de Valores.
Acostumbrados a dirigir, les confunde que su opinión sea ahora solamente parte del conjunto, no la predominante. Les irrita no poder encabezar la agenda o establecer su ritmo. Les preocupa su dinero y es previsible que así sea. Tal vez debería preocuparles entender el contexto en que tendrá sentido la nueva creación con el nuevo régimen.
Andrés Manuel López Obrador lo dice claramente para que quien tiene oídos lo escuche: hay un nuevo espacio de centralidad política, y quienes quieran entrar lo harán en otras condiciones. Y se lo dice a Riobóo en la conferencia, también realizada ayer por la mañana: “No va a ser contratista; se terminó el país del contratista voraz”. Y sí, estaba sentado a dos lugares de él. Es inconmensurablemente extraña la apertura y la transparencia para un establishment acostumbrado a los tratos en lo “oscurito” que todo es sospecha.
En la consulta “amañada” de AMLO, Texcoco obtuvo una enorme cantidad de votos a favor: más de 300 mil. Como el hubiera no existe, ya para qué hablar de qué habría pasado si todos los que defienden esa opción a capa y espada en sus redes sociales se hubieran organizado para salir a votar y vencer así, desde la propia participación, la supuesta imposición del próximo Gobierno.
En toda historia parece fácil olvidar que nuestro Presidente todavía se llama Enrique Peña Nieto. Una idea para agregar extrañeza al ambiente que debe comprenderse: ¿y si el todavía mandatario convocara o hubiera convocado a una consulta muy legal y perfecta metodológicamente para poner a prueba los resultados de la de López Obrador?, ¿o será que temen que también en esa arrase Santa Lucía? Después de todo, ya que estamos en juegos estadísticos, se podrían extrapolar los resultados del 1 de julio avasalladoramente a favor de Morena a las preferencias mayoritarias en el tema del aeropuerto.
¿Será?