Los movimientos totalitarios abusan de las libertades democráticas para destruirlas;
la democracia es tan fácil de perder como difícil de reconquistar.
Raffaele Simone
La democracia en América Latina, una vez más, ha sufrido un serio revés. El domingo pasado, Jair Bolsonaro, un ultraderechista, xenófobo, racista, misógino, nostálgico de la dictadura e ignorante, ha sido electo Presidente en las elecciones de segunda vuelta en Brasil.
El mismo que en sus épocas de diputado, por el año 2009, se recuerda que en sus oficinas (en las que exhibía imágenes de diversos dictadores) tenía un cartel que decía “Los perros son los que buscan los huesos”. Así era como despectivamente se refería a los familiares que, como en otras latitudes del continente, buscaban afanosamente a los cientos de jóvenes de izquierda que fueron torturados y muertos por oponerse a las dictaduras militares.
El mismo que en campaña electoral propuso fusilar a los integrantes del Partido de los Trabajadores (PT). El mismo que insultó a una diputada de ese mismo partido, asegurando que no merecía ser violada por fea. El mismo que afirmó ser partidario de la implantación de un sistema de control natal para la población pobre. El mismo que mudó siete veces de partido durante su permanencia en la Cámara de Diputados en Brasil.
Jair Bolsonaro, el virtual Presidente electo de Brasil, es el mismo que se ha declarado “el rey de las redes sociales”. Con siete millones de seguidores en Facebook y una campaña basada por mensajes de mentira y odio en WhatsApp (que está siendo investigada por el financiamiento ilegal de propaganda de empresas privadas en esta red social) logró lo que todo mundo no esperaba.
Una larga noche se cierne sobre el país sudamericano. Los brasileños expresaron su miedo al crimen organizado, a la inseguridad social y económica, a la corrupción, votando por un oscuro personaje, militar retirado y de mediocre carrera parlamentaria. Una vez más, ahora en Brasil un candidato de los llamados antisistema se hace con el triunfo electoral, un ultraderechista de pésima reputación. La impaciencia antidemocrática es profunda.
Recordando una vez más a Raffaele Simone, es oportuno advertir que “cuanto más democrático es un sistema, tanto más probable es que se vea dañado por amenazas internas. Bastará recordar que tanto el fascismo como el nazismo llegaron al poder pasando a través del sistema electoral democrático”.
Lo que no se defiende, se pierde.