Foto: Daniel Perales Pese al corte, los camposantos garantizan el agua para vivos y muertos  

El complejo funerario más grande de América Latina, Jardines del Recuerdo, celebra este día el Festival Día de Muertos 2018, con el que recibe a cientos de visitantes que acuden a colocar flores, llevar serenata y comida a las tumbas donde permanecen los restos de sus familiares.

De acuerdo con una de las cuidadoras de las tumbas, Carmela Juárez, este festival, cuya la afluencia de personas se duplica en Día de Muertos, es toda una tradición en este panteón, al cual acuden visitantes aún sin tener difuntos en el lugar.

El Festival contempla actividades como homenaje a víctimas de desastres naturales, el rezo comunitario del rosario tres veces al día y una magna ofrenda donde son colocadas las fotos de los muertos, cuyos familiares así lo hayan dispuesto.

Asimismo, hay actividades lúdicas como la presentación del ballet folklórico “Macehuani”, una obra de teatro con la compañía Alarte Escénico que por la tarde presentará la obra “Camila y la Muerte”, así como la presentación de la cantante Ele Cruz.

El corte de agua no fue impedimento para la realización de este evento cultural, pues de acuerdo a los encargados del cementerio, “de por sí, todos los años se piden de dos a tres pipas extras para este día”.

Por lo tanto, al menos en este panteón el abasto de agua para las flores en las tumbas está garantizado, porque además de las pipas, se cuenta con pozos recolectores de agua de lluvia.

Mientras en otros cementerios sobresalen los altares en las tumbas, en Jardines del Recuerdo, fundado hace 46 años, sólo se observan lápidas, dado que no está permitido colocar altares.

Pero eso no es impedimento para que en este día las lápidas sean cubiertas de flores, entre las que predominan las de cempasúchil, y la flor de color rojo quemado con textura aterciopelada, cuyo nombre es celosía cristata.

En los floreros colocados a los dos o cuatro extremos de las losas también se observan estas dos flores que tiñen con sus colores la vista panorámica.

En el caso de las tumbas de niños, generalmente predominan las flores blancas, globos, reguiletes y otro tipo de juguetes.

A la afueras de este cementerio, se observa un importante dispositivo de seguridad para mantener el orden, con elementos de Tránsito y de Policía del Estado de México y del municipio de Tlanepantla.

En el otro extremo del Estado de México está el El Jardín Guadalupano, con 38 años de existencia, ubicado en avenida Texcoco, a un costado de Avenida Central en el municipio de Nezahualcoyotl.

Este cementerio también se apoyó con cuatro pipas de agua para satisfacer la demanda de los visitantes para prevenir escases por el corte de agua en la Ciudad de México.

Decenas de personas van y vienen con cubeta en mano para “acarrear” agua de los pozos y pipas para llevarla a los altares de los restos de sus difuntos familiares o amigos y a donde colocan flores.

Entre las tumbas sobresale, además del olor a comida, la música de banda, de trío, de mariachi y hasta de marimba; aunque los sonidos de las notas musicales se mezclan y es prácticamente imposible disfrutar uno u otro estilo.

Se ve de todo, mujeres, niños, ancianos, varones y adolescentes que visitan los restos de sus familiares con canto, risas y rezos; otros, con emoción descontrolada, con la súplica constante del perdón o simplemente deciden permanecer al pie de la tumba en silencio.

En la alcaldía de Azcapotzalco, se encuentra el Panteón Civil de San Isidro, uno de los ocho en esta demarcación y el tercero más grande de la Ciudad de México.

En un inicio, este lugar estaba dedicado a sepultar sólo los restos de bebés y niños, lo que dio lugar a un sinfín de historias fantasmales en torno a la aparición de figuras infantiles.

A lo largo de sus paredes, por fuera, se observa la proliferación de puestos ambulantes y el ir y venir de comensales con botes para llevar agua, así como flores, escobas y palas para darle una “limpiadita” a las tumbas.

Al igual que los otros dos cementerios, este también dijo contar con suficiente agua para quienes lo requieran y uno de los encargados, Asaid Mendoza, refirió que “ya tenemos apalabradas dos pipas en caso de que haga falta”.

Doña Lucina Ramírez acudió al tumba de su abuelita Carmen, que murió hace más de 20 años a los casi cien años de edad. “Mi mamá no recordaba la fecha exacta de su nacimiento, pero decía que su año de nacimiento fue en 1905; en pleno movimiento revolucionario”.

A su vez, don Hilario Resendiz, sepulturero, señala que “muchos nada más vienen de hipócritas. Se aparecen hoy y en todo el año no se vuelven a parar. Pero cada y quien su cochina consciencia”.

 

JMSJ