No, nadie se equivoque. La versión “del florero” y de que el Presidente electo “está solo” no salió de sus críticos, y menos de los medios.
No, lo cierto es que dichas versiones surgieron del Presidente y de los “genios” de su equipo, incapaces de “un control de daños” elemental.
Y tampoco es cierto que estemos asistiendo a la milagrosa reinvención de la crítica –en Proceso-, que históricamente ha sido defensor a ultranza del populismo autoritario de López Obrador, además de que el hijo del fundador –Julio Scherer Ibarra- hoy es brazo derecho del nuevo Presidente.
En el primer caso: la desafortunada comparación entre un Presidente de adorno y “un florero” salió del propio Obrador, quien en su incontinencia verbal hizo el contraste, sin medir la paliza que le recetarían en redes. Y, ya en marcha la crítica cibernética, nadie fue capaz de pararla.
A su vez, el “no está solo” surgió de una deplorable campaña ideada y producida por Epigmenio Ibarra, a quien se le ocurrió la peregrina idea de poner máscara de AMLO a un taquero, un albañil, un chofer… para cerrar con la idea de que “todos somos AMLO” y que, por eso, el Presidente “no está solo”.
Sin embargo, la campaña resulta maniquea, burda y de tan mal gusto que sólo consiguió comunicar el talante autoritario del nuevo Presidente, el grosero culto a un solo hombre y, sobre todo, hizo recordar a muchos el triste papel de Luis XIV, el Rey Sol, que acuñó la mayor loa al autoritarismo: “El Estado soy yo”.
Tampoco en ese caso los “genios” de imagen de AMLO lograron un control de daños elemental. El mal, igual que en el primer caso, estaba hecho, y la imagen presidencial sigue en desgaste a velocidad de caída libre.
Pero el extremo del maniqueísmo y el colmo de la bobería los vimos en una feroz campaña contra la portada del semanario Proceso, de la semana que corre. Resulta que el editor de la revista cometió un notable acierto –porque no sólo los errores se cometen- al colocar como titular principal una opinión de Diego Valadés, a quien se entrevistó sobre el gobierno de Obrador.
La entrevista la sintetizaron, como título de portada, con el siguiente fraseo: “AMLO se aísla. El fantasma del fracaso”.
Está claro que pocos leyeron el texto completo de la entrevista; ni la esposa del Presidente electo, ni la señora Polevnsky, ni Epigmenio Ibarra y menos los “periodistas lopistas” que rabiosos cuestionaron y/o aplaudieron la portada del semanario. ¿Y por qué está claro?
Porque si hubiesen leído el texto, habrían entendido que se trata de una opinión y… nada más; opinión que no es una postura crítica del semanario, y menos un profundo y bien documentado reportaje.
Lo simpático –y por eso ridículo- es que la jauría lopista en redes fue lanzada contra falsos molinos de viento; contra una falsa crítica. Y, claro, ocurrió lo que tenía que ocurrir.
Los que quisieron ver la reinvención de la crítica en Proceso vieron oro y pedrería, y los que descubrieron espejitos y engaño vieron la verdad.
Al tiempo.