Entre la clase política y los militantes de Morena, la “casa de transición” –de la colonia Roma- es conocida como “la Casa de los Milagros”. ¿Por qué? Porque detrás de las paredes de la casona todo es posible; todo se resuelve, todo tiene un precio y, en especial, en esa casa tienen lugar los más sorprendentes milagros de la nueva política mexicana.
Milagros como la conversión impensable de otrora feroces panistas, priistas y perredistas que, luego de exponerse a los embrujos de “la Casa de los Milagros”, salen convencidos y convertidos al más puro de los cultos de la nueva historia política mexicana… Milagrosamente se vuelven fanáticos de Morena.
También desde esa casa se han ideado y operado groseras violaciones a la Carta Magna; como las amañadas consultas que la ciudadanía ha conocido como la dizque moderna expresión de la voluntad popular. Detrás de esas paredes se fraguó la estratagema burda y vulgar para tirar el NAIM; para dejar en manos de la pandilla Riobóo el mayor negocio de la historia –la verdadera estafa maestra- y, sobre todo, ahí se decidió “la gran traición” al desarrollo del México moderno, conocida como Santa Lucía. De igual manera, en “la Casa de los Milagros” se analizó y palomeó la vengativa reforma que pone fin a las pensiones de ex Presidentes y establece topes a los ingresos de los trabajadores del Estado, iniciativa que nadie leyó y que –por eso- se publicó con faltas garrafales de ortografía, sintaxis y sin actualizar la nomenclatura de la capital del país.
En la casa de la Roma también se diseña una nueva consulta para validar otra decisión tomada; el Tren Maya, cuya construcción será avalada por otra ilegal, tramposa y nada democrática consulta. Pero, recientemente, a la Casa de los Milagros fueron llevados uno a uno –en lo oscurito- algunos de los más reputados contratistas mexicanos del aeropuerto de Texcoco. De manera cuidadosa fueron convencidos, uno a uno, de lo conveniente que resultaba para sus empresas no hacer escándalo, no reclamar públicamente nada, no exigir a las instituciones el pago de los daños por la cancelación de Texcoco y, claro, se les prometió el oro y el moro para el próximo sexenio. Dicho de otro modo, en “la Casa de los Milagros” se habría pactado el milagro de la transa, el moche, la negociación bajo cuerda y los arreglos bajo la mesa; trampas que dijeron no existirían en el nuevo Gobierno.
Y, como queda claro, se recompensará a los que negociaron “en lo oscurito”, mientras que caerá “todo el peso de la ley” contra los que se atrevan a “respingar”. Luego, el arreglo quedó sellado con una comilona en Polanco. ¿Entenderán que lo mismo les dijeron -en la misma casa- a los empresarios que les prometieron el NAIM? Sólo queda preguntar: ¿no licitarán Santa Lucía?, ¿quién pagará las indemnizaciones a empresas extranjeras?, ¿no será más corrupto, menos transparente y más amañado el proyecto de Santa Lucía que el del NAIM?, ¿volverán a creer los empresarios, a pesar de las mentiras?
Al tiempo.