Como en cualquier inversión de los grandes fondos, dentro de sus políticas de inversión está claramente definido el universo de países que cumplen con ciertas características a los que se puede invertir.

Estos fondos invierten a diferentes plazos -corto, mediano y largo- en función de su calificación crediticia, de sus condiciones macroeconómicas, del tamaño y liquidez de sus mercados. Una calificación crediticia en “grado de inversión” que asume un pago confiable de su deuda (un país con solvencia financiera).

En el caso de México, hemos visto del año 2000 a la fecha cómo las calificadoras han ido premiando a México por su estabilidad y disciplina macroeconómica. De 2002 a la fecha hemos mantenido el “grado de inversión”, y con ello, el beneficio de las inversiones de estos grandes fondos.
Hoy, Moody’s nos tiene en un nivel de A3 de la deuda soberana, S&P y Fitch, un escalón abajo en BBB+.

En este 2018, las inversiones extranjeras en mercado de dinero se han concentrado más en la parte de CETES, una inversión que hoy paga tasas de interés entre 7.75 y hasta 8.50%, donde se ubica el plazo a un año, una inversión líquida con garantía del Gobierno mexicano y disponible dentro de los tiempos para evaluar el desempeño inicial del nuevo Gobierno.

La semana pasada vimos una gran turbulencia en los mercados, y en especial el movimiento de la curva de tasas de interés, donde algunas instituciones financieras importantes comentaron que quizá estaban descontando una baja en la calificación crediticia de México.

Desde nuestro punto de vista, una baja en la calificación crediticia que deje al borde el nivel entre grado de inversión y grado especulativo haría que los flujos de inversión de estos fondos globales se vieran presionados hacia una salida y demanda de dólares en forma importante.
Es una primera llamada, pero muy relevante, para que el Gobierno entrante mantenga una disciplina fiscal, pero además genere confianza en la inversión y el consumo privado. Será vital conocer el presupuesto 2019.

El equipo de Andrés Manuel López Obrador busca un cambio en su forma de manejo de política económica y social, pero no debe jugar con fuego, ya que un bajo crecimiento de la economía reducirá la capacidad de recursos para que cumpla con los compromisos sociales y de inversión.

Un mayor endeudamiento, un incremento en el déficit fiscal, un mayor déficit en la cuenta corriente serían considerados negativamente por la calificadoras y con el riesgo de una baja en la calificación crediticia; se juega la estabilidad de los mercados y la economía.

El flujo de los extranjeros NO tiene nacionalidad, y buscarán países que puedan presentar mejores alternativas de inversión. Hoy, un competidor directo es Brasil, que a pesar de indicadores macroeconómicos débiles, el nuevo Gobierno buscará privatizaciones y un giro hacia la estabilidad macroeconómica. Los inversionistas le muestran confianza y la Bolsa, por ejemplo, está en máximos históricos y el real, su divisa, se ha recuperado rápido desde 4.20 hasta 3.70 reales (-12%).

Así, la permanencia de los flujos de inversión de grandes fondos en nuestros mercados depende básicamente de que el Gobierno federal mantenga el grado de inversión en la calificación crediticia y, además, la confianza de que el país seguirá con una disciplina fiscal y genere un mayor crecimiento de la economía.

Nos urge crecer a tasas mayores que el promedio de 2.5% del PIB de la administración del actual Presidente (aunque muy ausente), Enrique Peña Nieto.