No hay nada más difícil en estos momentos que lograr una declaración de algún subordinado de Andrés Manuel López Obrador, incluidos legisladores, que se pueda contraponer a los dichos de su líder.
No hay duda de que muchos de los seguidores y colaboradores del hoy Presidente electo tienen puntos de vista diametralmente opuestos a los de López Obrador. Pero muchos no sentían la necesidad de expresarlos porque su líder había guardado sus ideas para el mitin, para la plaza pública, para la campaña electoral. Hasta que llegó la decisión de cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).
Esta determinación dejó pálidos a muchos de su séquito, incluidos legisladores, que tenían una visión claramente opuesta, pero enmudecieron por completo porque saben los costos de ser parte de la corte y oponerse a su gurú. Sólo uno tuvo el valor de rechazar abiertamente la absurda decisión unipersonal de destruir tal obra de infraestructura. Ése fue Jesús Seade, el negociador de AMLO en materia comercial con Estados Unidos y Canadá, quien con gran honestidad intelectual dijo que Santa Lucía es una opción limitada e insuficiente.
Ya veremos la factura. Todos los demás, calladitos. Éste es uno de los más altos costos de la cancelación del NAIM. La comprobación de que la obediencia absoluta es condición indispensable para pertenecer al equipo de la cuarta transformación. Las evidencias de que no habrá contrapesos. Un cercano colaborador de López Obrador, que suplicó encarecidamente por el anonimato, aseguró que el tema de la cancelación del NAIM se mantendría como un asunto sólo de campaña, sin posibilidades de ser una realidad. Por lo que la maniobra burda de su cancelación le valió hasta reclamos de aquéllos que le habían creído ese discurso.
El modelo político que aplican para la cuarta transformación requiere de contrapartes, y ciertamente la decisión de cancelar el aeropuerto los evidenció. Pero la polarización realmente no conviene a nadie. Pero la huella más profunda que dejó la cancelación del NAIM será financiera. México está en la mira de los que deciden el destino de los capitales.
Ellos mismos son los que llamaron a esta pifia el error de octubre. Cada centavo que sube el dólar frente al peso, cada punto porcentual que se presionan las tasas de interés, cada precio que presione la inflación por esta circunstancia corre en contra del Gobierno que todavía no inicia. La deuda pública se vuelve más cara y las restricciones monetarias tienen que aumentar, esto provoca que los recursos sean menores. Para un estadista, mantener esa obra era una ventaja para ganar simpatizantes y confianza sin ningún costo político. Para un opositor que se mantiene como tal, pero desde el Gobierno era la oportunidad de mostrar quién manda aquí, al costo que sea. La huella negativa de la cancelación del NAIM va a acompañar a López Obrador todo su mandato. Lo hará con un grupo de colaboradores incapaces de mostrar puntos de vista diferentes y con mercados financieros con el dedo en el gatillo.