Después de un octubre y noviembre tormentosos de iniciativas que afectan la confianza, los inversionistas y el propio mercado, así como calificadoras crediticias y organismos internacionales, están a la expectativa de conocer el Presupuesto 2019. El próximo Gobierno entrará en funciones a partir del 1° de diciembre, y ha sido determinante de que el presupuesto tendrá una clara “disciplina fiscal”, lo que generaría un endeudamiento limitado y permitiría, en ese caso, mantener las variables macroeconómicas estables. La parte interesante vendrá por el lado de los ingresos, el estimado de crecimiento de la economía para el próximo año y que sucederá con Pemex.

 

Por un lado, integrantes del gabinete y el propio futuro Presidente de la República han sido claros de que estarán buscando crecer a un ritmo promedio de 4.0% anual a lo largo del sexenio, lo cual sería sumamente bueno para el país y para la sociedad. Por cierto, éste nivel de crecimiento no se ha logrado desde el régimen Salinista. Ni durante el sexenio actual, que está a unos días de concluir con el impulso de una serie de reformas estructurales, el crecimiento promedio sobrepasó 2.5% anual (por cierto la hacendaria, tuvo un impacto muy negativo en las empresas y personas físicas, aunque, por momentos como en 2014, dieron respiro al Gobierno federal con la caída del precio del petróleo).

 

El FMI ha reducido nuevamente las expectativas de crecimiento para nuestro país en 2019 a 2.3% desde 2.5% apenas en octubre pasado, y varias instituciones financieras se han manifestado por un menor crecimiento que rondará 2.0% anual. Por ello, “el gasto público deberá estar acotado a un crecimiento moderado”.

 

Los mercados quedaron “heridos”. Actualmente, el riesgo país aumentó e implica un mayor costo financiero para el Gobierno, empresas y sociedad. Vimos la presión al alza a lo largo de la curva, la fuerte caída en la bolsa, una rápida depreciación en el tipo de cambio y una disminución en la tenencia de flujos extranjeros en mercado de dinero.

 

Posibles iniciativas sobre un cambio en la estrategia comercial de Pemex y su nivel de endeudamiento, el quitarles autonomía a la Comisión Nacional Reguladora y la Comisión Nacional de Hidrocarburos, el posible estancamiento sobre la expectativa de nuevas licitaciones (pospuestas para febrero), la cancelación del nuevo aeropuerto, la falta de coordinación sobre la eliminación de algunas comisiones a la banca, están limitando el apetito y la confianza por papeles mexicanos.

 

Esperamos un nuevo movimiento al alza en la tasa de interés por parte de Banxico a 8.0% anual este próximo jueves, pero con el riesgo de uno adicional en diciembre siguiendo seguramente a la FED.

 

Se ha mencionado de mantener un superávit primario y el impulso de una inversión pública que genere empleos y detone a varios sectores de la economía. Por otro lado, el nivel del pago por servicio de deuda se verá incrementado tanto por las tasas de interés en pesos, como la deuda en moneda extranjera. El pago de pensiones y jubilaciones también presionará al presupuesto.

 

¿Qué esperamos para 2019?

Por lo general, el primer año del sexenio refleja un acoplamiento a sus nuevas funciones. Mas ahora con el cambio en la relación con el sector público, que llevará a la salida de muchos funcionarios de calidad. Esperaríamos un crecimiento de la economía similar o menor a la registrada en este 2018, a lo que hay que sumar una probable desaceleración de la economía global.

 

La inversión pública mejorará pero la privada permanecerá a ritmo bajo. El consumo privado tendrá cierto apoyo por el pago de los adultos y jóvenes con pagos mensuales entre $1,500 y $3,500 que acumularán al año 160 mil millones de pesos.

 

El crédito seguirá con un ritmo bajo de expansión. La disponibilidad de flujos y el aumento en las tasas de interés afectarán el consumo y la calidad de la cartera crediticia bancaria.