Es, para efectos prácticos, operador del futuro Gobierno.
De Andrés Manuel López Obrador.
O de Marcelo Ebrard, si se quiere ver más abajo porque fue la correa de transmisión de órdenes a todo el cuerpo diplomático.
“Por solicitud del equipo de transición”, dice el oficio del canciller Luis Videgaray se les pide la renuncia con fecha última del 30 de noviembre.
Y adiós con el sexenio.
No importa su capacidad, su currículum, los resultados ofrecidos a la patria en éste o sexenios anteriores.
Y nada de engañar.
Su rechazo a continuar en funciones oficiales en el extranjero debe estar ya sustentada: renuncia a más tardar el 31 de octubre para hacerla efectiva el 30 de noviembre.
O sea, como hemos dicho aquí, dejar todo el espacio al futuro Gobierno para generar una nueva camada de diplomáticos al gusto de quienes se asumen como autores de la cuarta transformación.
Y POR SOLICITUD DEL EQUIPO DE TRANSICIÓN…
El oficio de marras se emitió cuando lo pidió Marcelo Ebrard a nombre de ya saben quién.
¿Y qué hizo el canciller Luis Videgaray?
En primera instancia se resistió.
Pidió esperar a la transición a fin de dar trámite a esta solicitud hasta diciembre y, por decoro, quiso no convertir al sexenio de Enrique Peña en guillotina de sus operadores internacionales.
Nada de eso: hay que hacerlo ya.
Y ni modo, Videgaray apechugó y el 25 de octubre, contra la fecha límite, ordenó a su Jefatura de Oficina emitir el oficio respectivo con número para embajadores, cónsules, agregados y demás.
Y nada de indisciplinarse.
Dice el texto:
“Se hace referencia a la comunicación citada en antecedentes, relativa a la conclusión de la Administración Federal 2012-2018”.
Luego lo inevitable:
“… Por solicitud del equipo de transición y tomando en consideración su nombramiento como titular de esa representación de México (…) mucho se agradecerá al titular de esa representación enviar a esta oficina antes del 31 de octubre de 2018, una comunicación escrita y autógrafa por medio de la cual presenta su renuncia al cargo que actualmente desempeña…”.
Y adiós a todos.
FÁRMACOS, GALLAGA Y CONFLICTO DE INTERÉS
Hemos dado cuenta aquí de venta de información y vendettas de funcionarios federales a fin de salvar su posición y trascender el sexenio.
No puede haber confianza con quienes venden y compran información.
Pero también se da otro fenómeno, el de funcionarios de conducta sospechosa –y en algunos casos comprobada- interesados en seguir a la medra gubernamental.
Hoy circula en la casa de transición un dato de escándalo:
El doctor Juan Carlos Gallaga, de militancia panista, llego a la Cofepris en tiempos de su paisano José Ángel Córdova.
Como encargado de autorizar registros de medicamentos, instaló un despacho externo para gestionarlos y se coordinó con el administrador de un laboratorio de Guanajuato.
Las quejas llegaron al actual secretario de Salud, José Narro Robles, quien lo removió.
Ah, pero Gallaga ya encontró el camino de seguir a la medra a través de la doctora Asa Cristina Laurel, y ya se siente reinstalado y a la vista de grandes negocios como en el pasado.
Con esos funcionarios, ¿para qué hablamos de honestidad?