De estar tan consolidado como millonario negocio, como sinónimo de glamur, como insaciable industria, el balón suele dejar de ser visto como lo que también es: como terapia.

¿Terapia para qué? Para inclusión y reinserción social, para fomentar la tolerancia y el respeto, para forjar un marco de estructuras y disciplinas en el joven, para alejarle de cuanto se suele resumir con la frase “malos pasos” (delincuencia, adicciones, violencia, rencor, abandono, pobreza extrema).
Durante los últimos días, el Zócalo capitalino recibió la Homeless World Cup o, en español, la Copa Mundial de personas en situación de calle. 44 selecciones varoniles y 30 femeniles, disputaron la corona que, al final, conquistó México en las dos categorías.

Más allá de loar lo que ese doble éxito deportivo significa para nuestro país, destacar la importancia de este evento. Leer historias como la de Omar Flores, quién perdiera la guía de su padre en Ciudad Juárez, encarcelado por acusaciones delictivas. De Diana Mora, quien tan pronto ha dejado atrás la dependencia del alcohol y en el futbol encuentra otra forma de ir hacia adelante. Sólo dos casos entre decenas y centenas más, cada cual más aleccionador y estremecedor: muchachos que en el futbol han hallado una genuina oportunidad, una opción de trascender desde un marco de confianza, un sitio donde poder confiar en el prójimo, bajo valores que acaso apenas descubren balón de por medio –empezando por la solidaridad.

Una espléndida iniciativa que nos recuerda de lo que es capaz el deporte: sólo con su pasión e impacto, rescataremos a muchos que parecen no tener más destino que dormir a la intemperie o asomarse a los peores riesgos. Es evidente en la Homeless World Cup, toda vida, por extremo y marginal que haya sido su inicio, posee opción.

Situaciones diferentes, años atrás conocí una fundación alemana que rescataba a niños soldados de conflictos africanos, utilizando para ello al futbol. Traigo eso a colación, teniendo clarísimo que nunca (reitero, nunca) será lo mismo la situación de calle que el adiestramiento a primera edad para matar en un conflicto bélico, porque en las dos circunstancias se ha comprendido la magia terapéutica de ese balón. ¿Por qué con el balón? Porque así se les daba pauta para abrirse a otros muchachos, a confiar y ser dignos de confianza, a hablar un idioma común, a compartir cuando se les crio sin entender ese verbo: de ese pasarse el balón es posible derivar a cuestiones más complejas.

Enhorabuena por el evento. Y, además, doblemente campeones.

Twitter/albertolati

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