Una especie de paz armada, momento para afilar colmillos y preparar la contienda: tras una sede mundialista poco competida, como lo ha sido la de 2026 para la candidatura norteamericana, invariablemente sigue una que dividirá y será proclive a tensión.

Como antecedentes, lo fácil que Francia se quedó con 1998, contrastado con la encarnizada lucha entre Japón y Corea por 2002 (tanto, que al final no quedó más a la FIFA que compartirlo) o la escandalosa victoria de Alemania por el torneo de 2006 (quizá recuerden la escapada del delegado de Oceanía, modificando todo con su abstención). Lo mismo es posible contrastar el camino de rosas de Brasil hacia 2014, con las nunca aclaradas votaciones que dieron a Rusia el 2018 y a Qatar el 2022.

Así que tras la reciente asamblea que confirmó apaciblemente a Estados Unidos, México y Canadá como anfitriones de 2026, era obvio que vendría una batalla tremenda por 2030.

¿Por qué razón? Porque el principio de rotación continental hace que varios se crean con mayor derecho a ser los organizadores. Es el caso de Sudamérica, deseosa de conmemorar el centenario del primer Mundial, regresando a la cuna del primer certamen que fue Uruguay. Es el caso de Europa, no tantas décadas atrás habituada a que casi siempre la competición se disputaba en su lado occidental, algo que no ha sucedido desde el ya remoto 2006 (24 años que serían 28, si otro hemisferio de nuevo se entromete).

Es el caso de África, con su eterno aspirante y perdedor, Marruecos, que volverá a la carga bajo impulso de su futbolera familia real. Es el caso de China, que pretende cambiar la regla que le impide competir, por pertenecer a la misma confederación que Qatar, sede ocho años antes –el tipo de gestión que a menudo triunfa en FIFA bajo una condicionante: que sea conveniente económicamente…, y vaya que un Mundial en China lo sería.

Por si faltara complejidad, Europa tiende a ir dividida. Inglaterra se siente tan perjudicada como Estados Unidos por la forma en que 2018 y 2022 se otorgaron. Ve a los norteamericanos ya resarcidos con 2026 y quiere similar compensación con 2030…, aunque en tiempos de Brexit y sin certeza alguna de que el resto del continente le apoye, algo que ya ha sucedido antes, con los británicos desempeñándose como solistas. Eso fortalece la última noticia llegada desde España: su voluntad de postularse de la mano de sus vecinos Marruecos y Portugal, alianza con potencial para recabar votos en dos culturas y continentes (sería suficiente con que la UEFA y tanto los países musulmanes como los africanos le apoyaran).

Así que vendrán tres años muy intensos hasta la resolución. Mi pronóstico, es que se quedará en Europa y que si Inglaterra desea imponerse, habrá de arreglarse con sus vecinos, porque sola no podrá.

Twitter/albertolati

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