El misionero Jhon Allen Chau de 26 años, fue asesinado al tratar de evangelizar a la tribu aborigen, habitante de la isla Sentinel del Norte.
Allen Chau, sabía el riesgo que llevaba arribar a la isla e intentar interactuar con los integrantes de la tribu, sin embargo, su deseo de evangelizarlos fue mayor, pese a que no pudiera evitar la muerte.
En una primera ocasión logró correr por su vida, aunque, en la segunda no tuvo tanta suerte.
El misionero, describió en su diario como fueron sus encuentros con la nativos sentineleses; el 15 de este mes, estuvo a unos pocos centímetros de la tribu con el rostro pintado de amarillo y armados con flechas como defensa; Chau, les ofreció una pelota y pescado de regalo, sin embargo, no recibió la respuesta esperada.
Ante dicha hostilidad, Chau arrojó los regalos y de dio a la fuga.
“Me dispararon los sentineleses. Un chico de unos 10 años, tal vez adolescente, más bajo comparado con aquellos que parecían ser adultos. El niño disparó una flecha directamente hacia mi Biblia, que estaba sosteniendo en mi pecho”.
Tras devolver la flecha, la cual detalló como “de metal, delgada y muy afilada”; y corrió al bote. “Me persiguieron. Tuve que nadar casi una milla de vuelta al bote”. Después de esta experiencia, también escribió “Padre, perdónalo a él y a cualquier persona en esta isla que trate de matarme y especialmente perdónalos si tienen éxito”.
Pese a su primera experiencia, el misionero decidió dormir lo que quedaba del día en el bote y regresar a la mañana siguiente y ver cara a cara una última vez a los aborígenes.
“Sí quieres que me disparen o incluso, que me maten con una flecha, que así sea. Pienso que podría ser más útil con vida, pero a ti, Dios, te doy toda la gloria de lo que pase”.
El párrafo siguiente a su enconmendación a Dios, el joven escribió: “¡No quiero morir! ¿Sería más prudente irse y dejar que alguien más continúe? No. No lo creo. Nunca antes había sentido tanto dolor o pena. ¡Por qué! ¿Por qué un niño pequeño tuvo que dispararme hoy? Su voz aguda aún persiste en mi cabeza”.
Durante su segundo encuentro, el joven Chau al sentirse a salvo, se acercó a la tribu y les dijo: “Mi nombre es John, te amo y Jesús te ama”, pese al intento amable que hizo el misionero, no obtuvo una respuesta amena, fue agresiva por lo que se alejó y escribió: “Me aseguré de estar fuera del alcance de las flechas, pero desafortunadamente eso significaba que también estaba fuera del rango de audición”.
Según su relato, volvió mientras le gritaban: “Traté de repetir sus palabras. Se rieron la mayor parte del tiempo, así que probablemente estaban diciendo malas palabras o insultándome”.
Poco antes de dejar el bote y retornar a la isla el pasado viernes 16, las últimas oraciones de Chau fueron: “Espero que estas no sean las últimas notas, pero si lo fuesen, para Dios sea la gloria”.
TFA