La vida política en México se empeña en ser contradictoria.
El ascenso al poder del primer Presidente de izquierda reeditará los mejores años del presidencialismo priista, aquéllos en los que el Informe de Gobierno era mejor conocido como: El Día del Presidente.
Sólo que en esta ocasión será en la tan esperada toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México para el periodo 2018-2024.
El tabasqueño se ha tomado el tiempo necesario para el diseño del próximo sábado, y cada detalle ha estado en su escritorio semanas atrás y se ha encargado personalmente de programar el minuto a minuto del día más importante de sus últimos años.
El evento será de la siguiente manera:
Alrededor de las 10 de la mañana, López Obrador saldrá de su casa en la zona centro de Tlalpan a bordo del famoso sedán blanco, acompañado de su esposa Beatriz y su hijo menor Jesús Ernesto; no habrá prensa, y los mexicanos podrán ver al Presidente a través de una sola señal televisiva que se repetirá en todos los medios.
La sesión solemne en la Cámara de Diputados está programada para que a las 11 de la mañana, como está dispuesto en la Constitución, una comisión de diputados lo reciba en la puerta principal que se abrirá de par en par. López Obrador entrará -cual general triunfante- al pleno que lo vio por última vez el día que lo quisieron desaforar, el 7 de abril de 2005.
Para este acto, el ex jefe de Gobierno del DF apresuró a los diputados para que aprobaran el cambio de orden en los colores de la banda presidencial, misma que el presidente de la Mesa Directiva, Porfirio Muñoz Ledo, recibirá de Enrique Peña Nieto, y acto seguido se la colocará a AMLO.
Ya como mandatario, López Obrador emitirá un mensaje a la nación de alrededor de 40 minutos, llamará a la unidad de los mexicanos y reiterará su mensaje del perdón para sacar adelante al país. Se estima que la ceremonia del cambio de poderes dure aproximadamente una hora y media, tras lo cual abandonará el recinto legislativo.
A bordo del mismo automóvil, recorrerá las calles de la Ciudad de México en dirección a Palacio Nacional para atender a los invitados especiales. Por cierto, que ha pedido de manera puntual que a su paso no se instalen vallas. Existirá la posibilidad de que la gente se acerque a saludarlo, enviando así un claro mensaje; a él sí se le puede tocar.
A puerta cerrada, el Jefe del Ejecutivo tendrá una comida en el mismo Palacio Nacional y ahí tomará protesta a los integrantes que conformarán su gabinete. Afuera se instalarán pantallas en las calles aledañas al primer cuadro del Zócalo para transmitir el espectáculo artístico-cultural que iniciará en punto de las cuatro de la tarde y que hará una pausa aproximadamente una hora después, cuando el mandatario baje a recibir el bastón de mando de los pueblos indígenas.
Al más puro estilo de la portada del libro La presidencia imperial, de Enrique Krauze, López Obrador saldrá al balcón presidencial para emitir otro mensaje, éste de media hora de duración. Se dirigirá al pueblo en el Zócalo, el mismo lugar donde el 20 de noviembre de 2006 se autoproclamó Presidente Legítimo.
Por último, concluirá su día regresando a su casa en Tlalpan, donde ha prometido vivir al menos hasta junio del próximo año. Así concluirá su jornada y, a su vez, nacerá una nueva época y un nuevo Día del Presidente.
En el baúl. En la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México andan muy nerviosos con la llegada de la nueva administración. Y es que temen una auditoría a fondo que saque a relucir los desvíos de recursos que proliferaron durante la implementación del Nuevo Sistema de Justicia Penal. Y es que los millones que se bajaron para la capacitación de los agentes nunca llegaron y la mayoría de ellos han tenido que aprender del sistema ya en la marcha. Eso sí, las autoridades de la procuraduría informaron que esos cursos sí se dieron.