La historia lo es cuando una colectividad nacional la comparte, se involucra activamente en ella y da sentido diverso de acuerdo a sus diversas formas de apropiación individual y comunitaria.
A la celebración de la noche del 1 de julio, jubilosa, pacífica, extendida, multiclasista, ampliamente popular, compartida en todo el territorio, seguirá la que tendrá lugar en el Zócalo este sábado.
La crónica del ascenso al poder nacional de Andrés Manuel López Obrador es historia colectiva.
Es la historia incipiente de un partido, el único en el continente, que en menos de cuatro años se hace del poder nacional proviniendo de una elección competitiva y de un sistema hegemonizado por décadas por el partido desplazado del poder dando oportunidad a una coalición de fuerzas en que predominan las expresiones progresistas.
La izquierda mexicana tiene por primera vez la capacidad real de gobernar.
Lo hará en la frontera con el hegemon global, los Estados Unidos. El Gobierno que inicia procede ya en todas sus tareas en concordancia con una moderna comprensión política, democrático-electoral, diplomática y técnico-operativa que le dan probabilidades de sustentabilidad política de largo plazo.
Es ésta la historia de una multitud de procesos acumulados en 50 años en todas las regiones y segmentos populares, clasemedieros y de algunos empresarios y profesionistas que encontraron su punto de convergencia en un liderazgo. Tienen ahora y como nunca antes una multitud de posiciones locales de control y dirección administrativa y política.
Se trata de una fortuna política de orientación social que debe administrarse con audacia y madurez, con arrojo y con cautela en un equilibrio indispensable para la nación y para corresponder con la expectativa de un cambio verdadero y a contracorriente de las presiones a favor del gatopardismo de cada coyuntura extraordinaria.
Durante la Independencia no existía presencia regional del movimiento que buscaba separación de la corona española; en la Reforma, la presencia del juarismo era escasa fuera del centro y occidente del país; en el periodo revolucionario de 1910-1917, la lucha se concentraba en un espacio pequeño del sur del país y en los estados del centro y el norte del territorio.
Sin tomar las armas, la movilización cívico-política del 1 de julio ha comenzado a transformar el movimiento en acciones de impacto territorial nacional y de Gobierno expresadas a través de un nuevo marco normativo con el soporte de la mayoría de Morena en la Cámara de Diputados y el Senado.
Los hechos del tiempo nuevo histórico que se inaugura este sábado: primer Presidente proveniente de la lucha social que consigue el poder nacional; el nuevo mandatario venció a su oposición más cercana con un ventaja superior a 31 puntos porcentuales y triplicó la votación al partido gobernante.
La legitimidad y la legalidad son parte de esta historia como lo fueron cada uno de los votos que se entregaron al Presidente electo.
La historia que inicia el sábado es historia popular y nacional, identitaria e íntima, personal y colectiva, de persistencias y terquedades, de capacidades y resistencias.
Historia que hemos hecho y haremos todos juntos.
@guerrerochipres