Buenos Aires.- El ajetreo que se vive en el centro de convenciones Costa Salguero de Buenos Aires, donde hoy se inicia la cumbre del G20, contrasta con el panorama de “ciudad fantasma” que ofrece la capital argentina por las medidas para garantizar la seguridad del evento.
Múltiples zonas de la ciudad y líneas de transporte fueron cortadas al tráfico rodado e incluso algunas al tránsito peatonal para controlar la seguridad de esta cumbre anual, que reúne a los líderes de las mayores economías desarrolladas y en desarrollo del mundo y que se celebra por primera vez en Suramérica.
Además, con el objetivo de vaciar la ciudad y facilitar la labor de las fuerzas de seguridad, el Gobierno argentino decretó festivo este viernes y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, recomendó a todas aquellas personas “que puedan irse de la ciudad”, que lo hagan.
El resultado es visible tanto en las vías afectadas por el corte como en las cercanas, que presentan un aspecto mucho más tranquilo que cualquier otro viernes, al sustituir los transeúntes, coches y colectivos (autobuses) por vehículos policiales, vallas y cuerpos de seguridad, que suman un total de 22.000 agentes.
El inusual silencio que reina en el centro de Buenos Aires solo se rompe eventualmente por las sirenas de los cuerpos de escolta que anuncian la llegada de convoyes de vehículos que albergan a diplomáticos extranjeros tras sus cristales tintados.
Entre estas calles se encuentra José Pastrana, vecino de la ciudad que reside cerca del Teatro Colón, donde esta tarde se realiza un espectáculo y la cena de gala para los mandatarios.
Según cuenta a Efe, cada vez que intenta acceder a su casa debe presentar una constancia de domicilio, como una factura de luz que certifique que vive dentro del área tras las vallas de seguridad.
Cree que la cumbre no debería haberse celebrado en Buenos Aires porque la ciudad ya de por sí “es un caos”.
“Nos afecta en el sentido de que salimos y casi nada está abierto. Si no suministras tu casa con anterioridad con algunas cosas que necesites no lo vas a poder encontrar ahora”, explica.
Uno de los pocos que se atrevió a levantar la persiana es Gabriel Damiano, gerente del restaurante Saint Moritz, entre las calles Esmeralda y Paraguay, aunque calculó que hoy el negocio está funcionando al 20 % de lo que lo hace un día normal.
“Se vende mucho menos, pero supongo que esto para algo debe servir, para promocionar el país por lo menos, o para que el mundo nos tome en cuenta”, justificó el gerente.
Por otro lado, Antolín Mongelós, encargado de un local de empanadas del barrio de San Telmo, prefirió mantener el negocio cerrado porque al no haber gente “el volumen de venta es muy bajo”, pero tampoco pudo salir de la ciudad en el puente como pedía la encargada de Seguridad, Patricia Bullrich.
“A la ministra hay que decirle que primero que nada hay que tener la suficiente capacidad monetaria para hacer lo que ella pretende, porque es un pensamiento retrógrado eso de que todos se vayan de Buenos Aires”, criticó Mongelós.
Para los turistas de la capital argentina también son unos días extraños, ya que pueden ocupar las calles a sus anchas, pero no encuentran locales a los que acudir.
La brasileña Cassia relató a Efe que vino a la ciudad con una amiga y se encuentran “muy impresionadas” de que la ciudad esté “totalmente vacía”, por lo que pudieron tomarse una foto en medio de la Avenida Corrientes, una de las principales arterias de la capital, aunque no todos buscan la parte positiva.
“¿Cómo es posible parar un país por una cumbre? ¿No es mejor que esta cumbre se hiciese en Patagonia?”, se pregunta un turista italiano.
fahl