Los colaboradores de Andrés Manuel López Obrador están molestos con Enrique Peña Nieto.

Inducidos por su jefe, creen, el Presidente saliente le hizo una mala jugada al retirarse prácticamente de la actividad pública en cuanto perdió el poder.
Se molestó, agregan, por haber sido derrotado como Jefe de Estado, su Partido Revolucionario Institucional (PRI) y su candidato, José Antonio Meade.

Y al reducir sus apariciones -y cuando las hizo fue en asuntos de escasa repercusión- dejó el espacio mediático al tabasqueño, y de esa manera propició su desgaste.

Resultado: perdió puntos en la simpatía en porcentaje variable, de acuerdo a la firma encuestadora, pero, según sus propios datos, entre 9 y 10%.
Esa baja trajo un efecto secundario, las críticas en los medios informativos, pero sobre todo en redes sociales, las más devastadoras y de mayor impacto.

-Eso puede y debe tener consecuencias -me dijo un miembro del entorno íntimo del Presidente electo en referencia al gabinete saliente.

PACTO DE NO PERSECUCIÓN

El enojo tendría muchas negociaciones y causas.

El acuerdo principal, de carácter verbal, se habría dado antes de las elecciones y cuando las tendencias hacían inevitable la derrota del sistema… ¿priista?

Por eso se dieron los reconocimientos de Andrés Manuel López Obrador hacia Enrique Peña Nieto, a quien en su lenguaje le tiene “especial consideración”.

El conducto fue Luis Videgaray.

El punto de partida era abiertamente democrático: el Gobierno y su partido se abstendrían de violentar la ley y la voluntad populares.

El de Macuspana no lo creyó, pero conforme se acercaban las votaciones empezó a confiar y prometió lo dicho después públicamente:
-Cero persecuciones. Borrón y cuenta nueva.

Al triunfo hubo encuentros y no ratificación de compromisos: Peña no envió la iniciativa de reformas para crear la Secretaría de Seguridad Pública y transformar la de Desarrollo Social en la de Bienestar.

Tampoco se designaron fiscales general y anticorrupción.

Y hoy, como declaratoria de guerra, el PRI y el resto de los partidos opositores desacreditan iniciativas del futuro Gobierno y su partido.
El que se ríe se lleva.

AL CUIDADO DE MUÑOZ LEDO

1. La salud de Porfirio Muñoz Ledo preocupaba al Presidente electo.

En aras de verlo llegar en plenitud al 1 de diciembre, dada su edad, se le recomendó mesura en la conducción de la Cámara de Diputados.

Todo salió bien: será quien entregue la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador y luego podrá aparecer menos en público y, sobre todo, menos confrontaciones con legisladores calaña Gerardo Fernández Noroña.

2. El futuro Gobierno hizo una aclaración interna:
-Ya se verá qué hacer con los medios electrónicos del Estado luego de la polémica suscitada, pero por nada del mundo se cuestionarán las concesiones.
En este sentido, firmas como Televisa de Emilio Azcárraga Jean pueden proyectar inversiones de largo aliento y programar su crecimiento a 20 y 40 años.

Ya lo hace.

3. También hay buena disposición para TV Azteca, de Ricardo Salinas, cuyo conductor estrella, Javier Alatorre, es y será referente.
Sus reportajes de la semana lo indican: se metió hasta la cocina en Los Pinos, y en el futuro lo hará con el gobierno de López Obrador.

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