La Rusia de Vladimiro Putin es mucho más poderosa de lo que podamos imaginarnos. La prueba está en cómo tiene a Ucrania contra las cuerdas, siendo también éste un país a tener en cuenta.
Lo que está ocurriendo en el mar de Azov tiene todo el sentido para los rusos. Lo que pretende Putin es lanzar un doble mensaje: por una parte recordar que la Península de Crimea pertenece a Rusia, a pesar de que fue ucraniana, y por otra controlar el Estrecho de Kerch que divide el mar de Azov del Negro, en la Península de Crimea.
En el Estrecho de Kerch existe un puente dominado por Rusia. Putin controla tanto el mar como el puente. Lo que está consiguiendo con eso es aislar a todas las poblaciones portuarias ucranianas que se encuentran en el mar de Azov. De esa manera no pueden vender sus mercancías más allá del pequeño mar. Ese estrecho comunica con el mar Negro y éste, con el Mediterráneo en su salida por la ciudad de Estambul en Turquía. Por eso es tan importante. El Mediterráneo representa el poder, el poder naval, el del comercio a todos los niveles con el resto del mundo.
Aislar a Ucrania por el Estrecho de Kerch es estrangular al país vecino y, además, da a entender que Rusia es el amo de esas aguas territoriales.
Las incautaciones de barcos ucranianos en días recientes, así como las detenciones e ingresos en prisión de soldados de aquel país no son más que la representación palpable del poder que representa Rusia. Pero sobre todo da una imagen de país “indestructible”.
Pasarán aún más cosas, aunque eso sí, no llegarán a un conflicto armado, más allá de escaramuzas o enfrentamientos aislados.
La Península de Crimea pertenece de manera ilegal a Rusia. Putin se la arrebató a Ucrania como un pirata, en el año 2014. Pero lo más sorprendente es que la Comunidad Internacional no hizo gran cosa por intentar evitarlo. Ante un poder tan aplastante es mejor replegar velas.
Y ¿por qué Rusia se la arrebató? Porque la Península de Crimea y su mar, el Negro, representan la puerta del Mediterráneo y, por lo tanto, al resto del mundo.
Pero no sólo por eso. En el Puerto de Sebastopol, en la Península de Crimea, se asienta una de las flotas más potentes rusas con armamento que va de lo convencional a lo sofisticado y letal.
Por eso Vladimiro Putin se quedó con aquella península. El Puerto de Sebastopol es de vital importancia.
Putin se sale con la suya. Siempre lo hace. Mientras continúe él en el poder, jamás les devolverán Crimea a los ucranianos. Probablemente luego tampoco.