“Cuando los líderes políticos dan un ejemplo negativo, los compromisos profesionales con las prácticas justas se vuelven más importantes”.
Timothy Snyder
Como mencioné recientemente en mi artículo “Vigilar al poder”, el presidente López Obrador maneja una lógica expansiva del poder y la presidencia. Y ello, considero, debería ser razón suficiente para que quienes no coincidimos con la demagogia como forma de gobierno, repensemos los esquemas de respuesta que utiliza la oposición partidista nacional.
Por ello, ante cada arbitrariedad, una propuesta: él cancela el necesitado Nuevo Aeropuerto, negando la realidad logística del país y desperdiciando miles de millones de pesos de los mexicanos, y nosotros reafirmamos la necesidad de generar infraestructura pública con el sector privado en total transparencia, para así generar eficiencia y ahorros.
Él construye una nueva refinería a pesar de los costos ambientales y financieros (su asesor, Fluvio Ruiz Alarcón, aceptó su poca pertinencia financiera declarando que estas “no son un tema de negocio (para el Estado mexicano), sino de seguridad energética”), y nosotros presentamos un plan alterno con menor impacto ambiental, una ruta de ahorro presupuestal vía procesamiento en refinerías mexicanas ya existentes y en parques en el extranjero.
Él organiza “consultas” fraudulentas como la del Tren Maya (donde, según Sebastián Garrido del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas, en 31 casillas votaron tres “personas” o más por minuto, mismas que representaron 20 % de los votos nacionales), y nosotros, en lugar de esperar su legislación en la materia, nos adelantamos proponiendo un modelo con verdadera representatividad, periodicidad dinámica y transparencia en organización y conteos.
En otras palabras, la oposición debe tener un “marcaje personal” para cada pieza y agenda importante del gobierno. Imaginemos un Comité Ejecutivo Nacional del PAN, donde cada uno de sus secretarios o coordinadores esté encargado de ser el “espejo” de un integrante del gabinete legal o ampliado de López Obrador. Por ejemplo, el coordinador de Asuntos Internacionales del PAN, Rafael Moreno Valle, dando posicionamientos y alternativas, de manera permanente, ante las acciones u omisiones de la Cancillería con Marcelo Ebrard.
Y algo similar podría hacer, digamos, la secretaria de Cultura del PRI, Angélica Araujo, con la hoy secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto. Un enfoque de “marcaje personal”, además, obligaría a los partidos a construir comités nacionales con personajes lo suficientemente competentes para dar réplica oportuna y realista a las acciones del gabinete.
Si es necesario, usemos el concepto de “gabinete de sombra” británico, pero la realidad mexicana es clara por sí misma: ante un presidente que ya demostró que el uso arbitrario del poder será una constante, solo la personalización de los contraspesos dará la rápida reacción que la democracia mexicana requiere (y misma que no se da en las burocráticas comisiones del Congreso). Solo con tal presencia, la oposición partidista dejará de ser un perro pavloviano esperando el error para salivar, y pasará a ser un contrapeso innegable junto con parte de la sociedad civil. Una oposición transversal, diría Fernando Belaunzarán.
@AlonsoTamez
aarl