Luka Modric, capitán del equipo croata, ganó ayer el Balón de Oro tras una década de hegemonía entre Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, quienes desde 2008 se habían repartido el mérito. Es un tiempo nuevo en el futbol: otra forma de jugar es reconocida.
En la cancha del recién estrenado sexenio el juego también cambia. Si se me permite la imagen: pareciera que hay un campeón que lanza pases, actúa, mientras los “contrincantes” no saben ni qué playera ponerse.
La oposición partidaria está dividida entre las sombras del PRI -que quizá todavía no procesa la dimensión de su derrota en el terreno práctico- y el PAN -que ha recurrido a la imitación cínica y hasta un grado penoso de Morena; ya hasta el grito de los 43 les piratearon-. No se puede ser oposición sin una clara definición de principios, y por ahí tendría que empezar el partido que se ha quedado sin sus más creíbles representantes, Margarita Zavala y Felipe Calderón. Del PRD ya ni hablamos.
Pero una nueva oposición podría adquirir más fuerza conforme avancen las semanas: la de los pesimistas. Están entre ellos los analistas que se refugian en proyecciones económicas catastróficas o irónicas frente a la inminencia de la nueva realidad, los empresarios que se niegan a adaptarse al escenario que no los favorece y los ciudadanos que, por razones de clase o ideología, repudian todo lo que representa el nuevo Gobierno.
Todos ellos, organizados en una era de fuerza digital, son los opositores de los que el presidente López Obrador y su equipo habrán de tener cuidado.
A todos aquellos que han hecho de la frase “aunque no me cae bien AMLO, por el bien de mi México, espero que le vaya bien” su muletilla favorita, el nuevo Gobierno sólo podrá convencerlos con goles, con arte en el toque del balón: promesas cumplidas y aciertos estratégicos.
Es indudable que el premio a Modric aviva el interés en el concurso, llama la atención no sólo de los fanáticos del futbol, sino de muchos otros segmentos que encuentran en la renovación de la máxima figura del balompié una buena conversación. El cambio es bueno, nos activa.
El partido que se juega en México desde el 1 de diciembre es inédito porque en la cancha estamos todos. Y lo único que ninguno de los jugadores puede permitirse es el pesimismo. Es inédito, también, porque no hay solamente dos equipos, sino un sinfín de representaciones que van de la militancia a la más apolítica ciudadanía. Todas las voces cuentan, y cualquiera puede anotar.
Hay un momento de la ceremonia de entrega del bastón de mando por parte de los pueblos indígenas al Presidente, en el que el médico que conduce invita a los más de 150 mil presentes en el Zócalo y a los miles más de seguidores virtuales a desear el bien a México. Con esa imagen me quedo para cerrar este comentario, en el que no temo desbordar optimismo.
Este juego se llama: confianza y participación.
@guerrerochipres