José Mujica, ex Presidente uruguayo y quien algunos señalan como “el hombre que cambió la forma de hacer política”, señaló, tras la derrota del PT en Brasil y la consecuente victoria de Bolsonaro: “Hay que aprender de los errores cometidos y volver a empezar. Tampoco creer que cuando vencemos tocamos el cielo con la mano y hemos llegado a un mundo maravilloso. Apenas hemos subido un escalón. No hay derrota definitiva ni triunfo definitivo”.
La declaración se presenta como un llamado de alerta ante los triunfos de la derecha en Latinoamérica. El ascenso al Gobierno de los partidos de izquierda que inició los primeros años de este siglo ven ahora su ocaso. Los ejemplos saltan a la vista; Chile con Piñeira, Iván Duque en Colombia y el más reciente en Brasil con Bolsonaro, por mencionar los más relevantes.
Este cambio de rumbo está marcado de contrastes; en buena parte, de los países en los que llegó a gobernar la izquierda en la región de América se implementaron políticas tendientes a erradicar la pobreza con base en proyectos de distribución de la riqueza, además de reducir la desigualdad (Brasil, Chile y Uruguay son algunos ejemplos). No obstante, los escándalos de sobornos y corrupción golpearon a casi toda la clase política de la región, además de otros crasos errores como el de Venezuela y Nicaragua hacen ver que los Gobiernos de izquierda no supieron manejar y preservar el poder.
Como consecuencia, como lo reporta la encuesta de Latinobarómetro 2018, el promedio de satisfacción con la democracia cayó a su peor registro; tan sólo 24%. En general, de los países considerados en el estudio, todos se ubicaron por debajo de 50% de satisfacción. La percepción de retroceso es la más alta en poco más de dos décadas.
En ese contexto, el discurso antiestablishment ha tenido mayor repercusión en el electorado. Pero, cuidado, que no se malinterprete que los ciudadanos están optando por el autoritarismo. Lo que las sociedades quieren es ausencia de violencia y posibilidades de desarrollo.
Por eso considero que éste es un buen momento para hacer un alto en el camino y analizar las nuevas estrategias, políticas y perspectivas que debe plantear la izquierda latinoamericana ante la nueva realidad que nos presenta la era de la globalidad.
La advertencia de Mujica es adecuada y oportuna; es necesario reanudar el camino, pues “no hay derrota definitiva ni triunfo definitivo”.