El presupuesto 2019 provocó una oleada de comentarios en el sentido de que refleja un plan de Gobierno, una estrategia, claramente regresionista. Lo es, sí. Lo es porque privilegia la prebenda sobre la inversión. Hay grupos sociales que necesitan urgentemente ayudas del Estado, pero lo de los ninis, por ejemplo, tiene un tufo preocupante a asistencialismo que ya sabemos que es una estrategia de poder. Lo es por la obsesión arcaizante con los combustibles fósiles. Lo es por la obsesión monumentalista: el Tren Maya. Lo es por la indiferencia ante los asuntos ambientales. Lo es porque le metió la tijera a cualquier programa relacionado con la equidad de género o desterrar la violencia contra las mujeres. Lo es por la buena lana para publicidad, simplemente injustificable.

Pero, en mi opinión, lo más significativamente retardatario son los usos y costumbres impuestos desde ya. La cámara palomeó el presupuesto con una obsecuencia predecible, sí, pero en cualquier caso preocupante. El caso más revelador es el del recorte a las universidades públicas. Lo es porque la cámara, después de darle el voto, le dio el voto al hecho de que el Presidente diera marcha atrás, entre aplausos de plano impúdicos. Pero lo es más allá de la obsecuencia legislativa, que es versión reloaded, en el escenario más optimista, de un presidencialismo sin cortapisas que llevábamos mucho sin ver.

Se ha celebrado mucho que López Obrador reculara y concediera el dinero perdido a las universidades, y se ha celebrado que ese recular se produjera después de un conato de insurrección en la academia, acompañado de abundantes mensajes vía medios y redes sociales, incluso de propagandistas como John Ackerman o los moneros “de cuarta”, que diría el gran Alarcón. Pues sí. Es celebrable, como lo es la protesta de la gente de Cultura.

Pero tal vez haya que mesurar los aplausos. El Presidente dijo que corregirían el “error”. Antes, hubo que corregir el “error” de borrar la autonomía universitaria. Mientras, sigue la idea de crear 100 universidades más, 100 universidades en el modelo de la Autónoma de la Ciudad, o sea, universidades sin examen de ingreso, sin casi titulados. Es decir, universidades sin altura académica, universidades que formen cuadros, universidades obedientes. El mensaje, la amenaza, es: como quito, doy. El mensaje es: “Obedezcan”.

El mensaje llega del pasado.

Dije cuando la campaña que la película se llamaba Regreso al futuro. Acaba de estrenarse la secuela.