A diferencia de muchos analistas, éste que escribe sí se ha ido a parar a las conferencias y los mítines del presidente Andrés Manuel López Obrador. Me han tocado las mañaneras, los mítines oficiales -que ahora se arman con motivo de sus giras-, incluso he estado presente en los tantos abucheos que reciben los gobernadores en los estados en los que el tabasqueño se para.
Y de esto último es justo de lo que les quiero hablar, mis queridos lectores. Pero antes quiero que conste en estas letras, que con lo que les voy a contar no quiero defender a nadie ni dejar como villanos a otros; es simplemente poner los hechos sobre la mesa y que ustedes mismos juzguen.
Fui, por ejemplo, a la ocasión en la que AMLO estuvo en Oaxaca con el gobernador Alejandro Murat el 22 de diciembre pasado. Nomás al entrar al Centro Cultural y de Convenciones de la capital del estado, los gritos comenzaron a inundar el recinto.
“¡No más PRI!” y “¡Fuera Murat!” eran las arengas que hicieron que la intervención del mandatario estatal se escuchara como un grito lejano que pedía “un minuto, compañeros, un minuto” y daba una débil bienvenida al Ejecutivo federal: “¡Señor Presidente, bienvenido sea usted a esta tierra del primer Presidente indio!”.
En su gira de tres días por el estado, López Obrador se tuvo que enfrentar nuevamente a los abucheos contra el mandatario local y tuvo que salir al paso: “Quiero decirles que ya no es tiempo de pleitos, de divisiones; tenemos que unirnos. La patria es primero”, dijo.
Seis días después, el 28 en La Laguna, se volvió a hacer presente el descontento contra otro mandatario; ahora el de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme, un priista que por si fuera poco llegó al poder en medio de acusaciones serias de fraude.
Esa ocasión en un teatro de Torreón, el Presidente se adelantó a que iniciara el programa y tomó el micrófono para callar las voces: “Les quiero pedir algo, les quiero pedir respeto a todos. ¿Va a haber respeto? Eso es todo. Urbanidad política; ya se acabó la campaña y ahora tenemos que reconciliarnos para sacar adelante a La Laguna, a Durango, a Coahuila y a México. ¿De acuerdo? Nada de gritos ni de sombrerazos”.
No está de más decir que los abucheos siguieron más adelante, pero ya con el regaño presidencial fueron menos.
La semana pasada, López Obrador estuvo en Michoacán para inaugurar lo que será la nueva sede nacional del Instituto Mexicano del Seguro Social. Hasta adentro del lugar se escuchaban los gritos “¡Silvano, ojete, el pueblo no es juguete!” y “¡Fuera Silvano, fuera Silvano!”. El Presidente cerró su discurso agradeciendo la disponibilidad del mandatario local para los proyectos prioritarios del Gobierno federal y dándole un espaldarazo político a Aureoles Conejo.
¿Qué han dicho los gobernadores al respecto? Me topé con algunos de ellos después de las rechiflas, y coincidieron en lo siguiente: “Si venimos (a los eventos del Gobierno federal) es malo, pero si no venimos, es peor”.
Uno de ellos, de cuyo nombre me pidió no acordarme en este espacio porque nos encontramos en el baño y platicamos mientras nos apresurábamos a salir del mismo, me confesó: “En el mes que lleva como Presidente se ha portado bien con nosotros -los gobernadores-; es el Presidente gentil”.
En el Baúl: un duro reto le espera a Andrés Manuel esta semana cuando se pare -por fin- en tierras poblanas. No lo hizo durante el conflicto postelectoral, ni cuando los tribunales determinaron que Martha Erika Alonso ganó la elección para gobernador. Ahora lo hará en medio de un ambiente enrarecido por el desplome del helicóptero que el 24 de diciembre pasado cobró la vida de la mandataria y su esposo, el senador Rafael Moreno Valle. El encargado de asegurar que todo salga en orden y que el Presidente no sea abucheado será un viejo conocido, Jesús Rodríguez Almeida.