En 2011, cuando ya se preparaban los trabajos para perforar el primer pozo experimental con el objetivo de buscar agua a dos mil metros de profundidad en la zona de Iztapalapa, el geólogo Federico Mooser me dijo, en una entrevista, que el Valle de México caminaba aceleradamente a un escenario grave de agotamiento de la principal fuente de abasto que es el acuífero somero, pues se extraía un caudal mayor que a la capacidad de recarga natural.
Y advertía que la “guerra” por el agua era silenciosa en la Ciudad de México y Zona Metropolitana, y ésta llevaba una acumulación de varios lustros. Tal vez por eso los tandeos hoy se registran con severidad en 10 alcaldías de la ciudad, y que, según cifras oficiales, afecta a 358 colonias –cerca de dos millones de habitantes-, ubicadas principalmente en Magdalena Contreras, Tlalpan e Iztapalapa. Además, el propio Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) reconoce problemas de baja presión del suministro del líquido en las alcaldías Benito Juárez, Cuauhtémoc, Iztacalco y Venustiano Carranza.
Sin embargo, un signo inequívoco de que algo malo pasa es que cada vez hay más pipas llevando agua por toda la ciudad, desde zonas populares hasta las de alto nivel.
De acuerdo a datos históricos, proporcionados por Mooser, la extracción de agua del subsuelo metropolitano comenzó en 1850, a mital del siglo XIX, y todavía nos sigue abasteciendo de agua. ¿Pero hasta cuándo? es la pregunta que por sí misma plantea un gran reto para las siguientes décadas.
Pese a que las nuevas autoridades de la CDMX han dicho que el tema del agua es prioritario, aún no se vislumbran ni políticas públicas ni programas que indiquen un cambio radical en el abasto, suministro y consumo del líquido.
Tal vez por eso sorprende que recientemente el Sacmex anunció que la perforación de pozos experimentales a profundidades de dos kilómetros se suspendió –cuando ya se llevan cinco pozos profundos y se proyectaban por lo menos seis más- y que desde 2012 se encontró lo que parece ser un mega-acuífero profundo, pero que se requieren mayores estudios en, por lo menos, 10 años más para comprobar la capacidad de almacenamiento. Los geólogos estiman que ésta sería una potencial fuente de abasto para las próximas décadas.
Pero por ahora las autoridades han preferido atacar el problema de las fugas de agua en las redes, ya que más de 41% del suministro se pierde por las fracturas en los ductos, que tienen más de 60 años de antigüedad.
Cabe resaltar que las anteriores autoridades del Sacmex recomendaron efectuar inversiones anuales sostenidas por cerca de cuatro mil millones de pesos, durante más de 10 años, para ir renovando las redes de agua. Pero con los raquíticos presupuestos esto está muy lejano, y el Valle de México no tiene mayores opciones de fuentes de abasto.
De acuerdo con expertos, existen proyectos con mayor potencial para abastecimiento de agua: Temascaltepec –cuya fuente externa está descartada por conflictos sociales-; Tecolutla-Necaxa, también externa, y que requiere de una inversión de 18.6 mil millones de pesos; Valle del Mezquital –el cual aprovecharía el agua del acuífero, con una inversión de 12.5 mil millones de pesos. Y hasta la fecha dichos planes sólo están en el papel.
Ante tal escenario, frenar los estudios del potencial acuífero profundo -cuyo costo por cada pozo experimental es de entre 70 y 100 millones de pesos- impactará la búsqueda de nuevas fuentes de abasto, y lo peor sería una atraso de seis años en estos estudios, y quién sabe si al Gobierno de 2024 le interese y pueda entrarle al reto.
Por lo pronto, lo mínimo a pedir sería dar mayor impulso a campañas del uso racional del agua, promover pagar una tarifa real por el consumo, impulsar la recarga artificial del acuífero, fomentar la cosecha de agua pluvial para su reuso y etiquetar presupuestos multimillonarios para modernizar la red de agua potable, esto sin tocar la renovación de los ductos del drenaje, donde también hay fugas e impactan la calidad del líquido del acuífero somero.
El desafío del agua es mucho mayor de lo que se piensa…