Los sistemas de conexión y movilidad en la Ciudad de México tienen un gran potencial de mejora, y han sido analizados en múltiples ocasiones por autoridades y expertos, pero los planes se quedan truncados y con ello la acumulación del caos y la inseguridad siguen dominando como un cáncer urbano. Se trata de los llamados Centros de Transferencia Modal (Cetram), ubicados en 13 alcaldías de la capital del país y que en total suman 45.
La mayoría de éstos con más de 30 años de antigüedad. El ambulantaje, la operación anárquica del transporte urbano, el robo de energía eléctrica, basura, daño a la infraestructura urbana y delincuencia reinan en la mayor parte de los Cetram. Son auténticos espacios decadentes y aún no se vislumbra un programa maestro que a mediano y largo plazos impulse su modernización a través de esquemas mixtos de inversión y con un enfoque sustentable. Apenas el 20 de enero pasado, el gobierno capitalino anunció la cancelación de la concesión (otorgada a la empresa Centro de Movilidad Reforma) para la construcción del nuevo Cetram Constitución de 1917, en Iztapalapa, por falta de obras desde enero de 2017. Y recordemos que en el proyecto del nuevo Cetram Chapultepec, también en diciembre pasado, se anunció la cancelación por incumplimiento en el avance de las obras.
La única obra de modernización fue en el Cetram El Rosario (en Azcapotzalco), y esto ocurrió en el sexenio de Marcelo Ebrard (2006-2012), aunque su inauguración se dio, en 2013, en el gobierno de Miguel Ángel Mancera. El modelo fue una inversión pública y privada y se concesionó por 30 años al Grupo PRODI. Sin embargo, este proyecto sólo concretó una de sus dos fases. La primera consistió en construir un nuevo Cetram (que conecta al Metro con las líneas del transporte urbano de superficie: autobuses, micros, trolebuses y taxis. Con andenes clasificados y ordenados por rutas, sin ambulantes dentro de éstos, con seguridad privada, mejor iluminados y con sistemas de extracción de gases tóxicos en la parte techada) y en la segunda fase se tiene planeado urbanizar un área de 10 mil metros cuadrados y construir vivienda, oficinas, comercios y hasta un hospital. Este mismo grupo empresarial modernizó en 2008 el Etram Azteca (en Ecatepec, Estado de México, y ahí sí pudo concretar sus dos fases, hasta con hospital integrado).
Y en 2016 concretó la primera fase (de dos) de la modernización del Etram Cuatro Caminos (Naucalpan); aunque el espacio de conexión y movilidad se modernizó, en sus alrededores como avenidas y calles y hasta el sistema de semaforización –que le corresponden a las autoridades del Edomex, y una parte a la CDMX- se quedaron en el olvido. Transitar por esta zona es una verdadera pesadilla, pues el transporte urbano hace lo que quiere en las calles elevando la inseguridad en la movilidad peatonal, en bicicleta y hasta en automóvil privado. Si ya existen en la ciudad una serie de instrumentos normativos, económicos y de planeación para la rehabilitación urbana, éstos se van rezagando o se desvirtúan hasta imposibilitar los grandes proyectos de desarrollo orientados a la transportación y movilidad. Nuestra sociedad sigue invirtiendo horas en transportación urbana deficiente y con esquemas de conectividad caóticos e inseguros. Hasta ahora no se ve un programa maestro (con visión metropolitana) que apunte a la renovación urbana integral.
Las actuales autoridades de la CDMX hablan de proyectos de movilidad sustentables, pero no se percibe ni el impulso de proyectos de modernización de los Cetram ni tampoco se promueve el desarrollo de vivienda más asequible a la población y cercana a estos centros de conectividad. ¿Tendremos otro sexenio capitalino sin proyectos de desarrollo orientados al transporte? Y mientras a convivir entre el caos y la inseguridad en todas sus formas.