Foto: Especial En Venezuela, más que un golpe de Estado, atestiguamos una confrontación entre poderes: el Legislativo democráticamente electo, y el Ejecutivo, que se ha reelegido mediante una votación ilegítima, coincidieron académicos del CIALC de la UNAM  

En Venezuela, más que un golpe de Estado, atestiguamos una confrontación entre poderes: el Legislativo democráticamente electo, y el Ejecutivo, que se ha reelegido mediante una votación ilegítima, coincidieron académicos del Centro de Investigaciones Sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM.

 

Fernando Neira Orjuela, licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia, manifestó que es complicado dar marcha atrás en este proceso de cambio para el país sudamericano, por lo que la era de Nicolás Maduro está en un punto casi final.

 

“Lo que lo sostiene es sólo el apoyo de los mandos de las fuerzas armadas; mientras tenga ese respaldo, no se fraguará un cambio de régimen, incluso en ese juego de poder internacional que tienen sobre esta situación Estados Unidos y Rusia”, agregó.

 

Por su parte, Mario Ojea Revah, doctor en Ciencia Política por la London School of Economics and Political Science y especialista en relaciones políticas entre Europa y América Latina, explicó que la Asamblea Nacional controlada por la oposición al presidente Nicolás Maduro, desafió, a partir de la propia Constitución bolivariana, la votación para reelegir al mandatario explicó.

 

“El Artículo 233 indica que en caso de que falte el presidente por razones de incapacidad física o mental, el titular de la Asamblea (en este caso Juan Guaidó) se encargará de la Presidencia y convocará, en un plazo de 30 días, a nuevas elecciones”.

 

“Además, el Artículo 350 refiere que el pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios o garantías democráticos, o menoscabe los derechos humanos”.

 

El conflicto, prosiguió Neira Orjuela, no es positivo para México, ni para la región, porque impacta en la polarización de posturas internacionales, en la economía y en el incremento de flujos migratorios.

 

Al respecto, Mario Ojea celebró que nuestra nación no haya tomado una postura precipitada; sin embargo, criticó que no haya sido determinante, aun con la presión de otros países latinoamericanos y de Estados Unidos.

 

“Es una posición ambigua, una visión añeja de la política exterior; se tiene que hacer un llamado al diálogo a las partes en conflicto. La Doctrina Estrada no está grabada en piedra, pues la ‘no intervención’ tiene sus límites, más cuando se violan las garantías individuales”.

 

Finalmente, Ojea proyectó que, si se suscitara una intervención armada de fuerzas foráneas como las de Estados Unidos o Brasil, el hecho puede acabar en un conflicto mayúsculo, no sólo de repercusiones regionales, sino globales.

 

fahl