Cuando los chalecos amarillos se levantaron en las calles de París hace nueve fines de semana, sabían que harían historia. No en vano la Revolución Francesa se gestó en el país galo.
A los franceses no se les puede toser. Son reivindicativos. Su sangre está plagada de ideas revolucionarias jacobinas. Y es que cuando se levantan, lo hacen de verdad.
Los chalecos amarillos con los que van uniformados representan el distintivo de su reivindicación, porque cada piedra que lanzan tiene una historia, una familia, un punto más de cansancio arrastrado por muchos años de paciencia.
Lo que está ocurriendo en España –especialmente en Madrid y Barcelona– con la huelga del sector del taxi es análogo a lo que ocurre en Francia.
Emulando a los franceses, los taxistas españoles se han enfundado en chalecos amarillos y han salido a las calles de Madrid para protestar. Pero hay otro punto más. No sólo protestan; intentan colapsar la capital española para que los ciudadanos no podamos movernos. Además, han aprovechado la Feria Internacional de Turismo (Fitur) para dar más inquina y hacerse notar en el exterior.
Vivimos en un mundo global, y los problemas son parecidos. Los taxistas españoles o los trabajadores franceses no se ponen los chalecos amarillos porque sí o para protestar. Se los ponen y utilizan todos los medios para lanzar el mensaje inequívoco de que la sociedad ya está harta de los políticos ortodoxos, de los políticos de toda la vida.
Durante muchos años hemos utilizado las mismas políticas económicas, siempre con las mismas caras, las mismas fuerzas políticas y, en algunos o muchos casos, han aparecido corruptelas. En otras palabras, hay una degeneración del sistema.
Los chalecos amarillos franceses o los taxistas madrileños sólo representan el cansancio de la sociedad y reivindican acabar con el manoseo político de los últimos 40 años. Pero además reclaman un cambio en el sistema y de manera radical.
El chaleco amarillo que utilizan los conductores, para que se les identifique y no les atropelle un vehículo, está luchando por cambiar a una sociedad que todavía está dormida. Sin embargo, nadie sabe lo que viene. Éste es el paradigma que tendremos que resolver.