Por muy decididamente nuevo que es el tiempo que vivimos, la relación entre la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y el Gobierno federal es anacrónica. Si la cuarta transformación implica la revisión de todo aquello que es ineficiente, provocadoramente inútil y atentatorio de los derechos y expectativas de los más pobres, en este caso, los niños de las escuelas públicas de entidades como Michoacán son responsabilidad del Gobierno federal.
El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene la oportunidad de considerar prioritaria la conclusión de la etapa antisistémica típica de la CNTE. Dijo que forzará a esa organización mediante la opinión pública en la cual el político tabasqueño establece diariamente la agenda. La Sección 18 de la CNTE, por su parte, como ahora tiene oportunidad de repetirlo, pone a prueba la tolerancia tanto de la opinión pública como de las autoridades federales y estatales.
No solamente exige plazas sin examen alguno, plazas para entregar a cuatro generaciones de egresados de escuelas cuyo propósito es conseguirlas mediante la negociación posterior a la presión política. Ahora el magisterio disidente de todo monta una provocación agravada con la interrupción del flujo comercial vía ferrocarril. El Presidente ha ofrecido todo su oficio político al mismo tiempo que ha excluido de él la utilización de las fuerzas de seguridad para desplazar a los integrantes de la CNTE que boicotean las vías del tren.
El mandatario los señaló este lunes diciendo de ellos que son radicales en su conservadurismo, completamente ajenos a las izquierdas, de juntarse con sus presuntamente opuestos del escenario ideológico antagónico. Ahora, incidentalmente, llama la atención también el “esfuerzo” del gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, en Europa mientras el tren no pasa por Michoacán, quien trató de situar en el mismo plano a AMLO y a la CNTE, afirmando que el Presidente “es aliado” de la segunda. En la memoria de los electores no se ha desvanecido el momento en el cual Aureoles se deslindó de la candidatura del malogrado panista Ricardo Anaya, con la cual su partido hizo alianza junto con Movimiento Ciudadano para decantarse verbalmente a favor de Meade, el candidato tricolor que poco hizo y muy poco podía hacer para evitar el derrumbe del tricolor al tercer lugar nacional, según el resultado del 1 de julio pasado.
En el centro de la cuestión con la CNTE no solamente están los 780 millones anuales para pagar las cinco mil inmerecidas plazas. Está la definición de aquello que permanece y lo que se transforma. O no.