En medio de la incertidumbre por pretender hacer un Mundial en el imposible verano del Golfo Pérsico, de las acusaciones de compra masiva de votos, del escándalo por las alarmantes condiciones laborales de quienes han de construir los estadios, de la incomprensión de cómo será un torneo en donde se prohíbe parcialmente el consumo de alcohol y la circulación de mujeres sin cabello cubierto, pocos prestaron atención a un factor adicional: que Qatar no era sólo el país más pequeño y con menos tradición futbolera en recibir una sede mundialista, sino también el de la selección más débil.
En 2010, cuando se le concedió la organización del certamen de 2022, su equipo nacional deambulaba por debajo del ranking 115 de la FIFA, su peor puesto desde que existe esa clasificación.
De a poco, se fueron relacionando nombres de directores técnicos de primerísima línea con ese banquillo, toda vez que si algo sobra en el emirato es dinero y afán de proyectarse positivamente gracias al futbol. Pep Guardiola, José Mourinho, Carlo Ancelotti, Zinedine Zidane, todos alguna vez sonaron como posibles seleccionadores qataríes, con rumores de salarios de hasta 30 millones de dólares anuales.
Sin embargo, Qatar se mantuvo bajo la guía de entrenadores habituados a futboles exóticos. Bruno Metsu, Milovan Rajevac, Sebastiao Lazaroni, como ejemplo del perfil aventurero mantenido, aunque con resultados desastrosos: hasta nueve individuos se han ocupado de este representativo desde que la FIFA le diera la sede en la sospechosa asamblea de 2010 (en promedio, uno por año).
Tamaña inestabilidad, conjugada con la eterna idea de que más pronto que tarde se forraría de billetes a alguna leyenda para que tomara el cargo, dieron a entender en 2017 que el español Félix Sánchez Bas no duraría demasiado.
No obstante, existía una diferencia respecto a sus antecesores. Que llegó muy joven a trabajar en la academia qatarí Aspire (propiedad del emir), que conoce desde niños a la mayoría de los elementos seleccionables y que entiende como ningún extranjero la cultura del país. Así, de haberse quedado en la fase de grupos en la irrelevante Copa del Golfo 2017, Qatar ha pasado a ser finalista de la muy trascendente Copa Asiática. Con un futbol tan serio como para acumular 16 goles a favor y ninguno en contra, la selección qatarí disputará el título continental.
Sánchez Bas se mudó a Doha legitimado por su experiencia en las divisiones inferiores del Barcelona. Esa apuesta a futuro, hoy es una realidad. El milagro qatarí está en marcha y, a diferencia de lo que sucede en todos los demás rubros que rodean a su Mundial, con más proyecto que gasto.
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