Ya medio se nos estaba olvidando el movimiento #MeToo, que en 2017 había sacudido los cimientos de Hollywood, allanando el camino para que millones de mujeres en el mundo entero denunciaran abusos sexuales de sus superiores o colegas de trabajo en todos los sectores de la sociedad.
Teníamos la esperanza de que las cosas avanzarían rápidamente, y con la lección aprendida el escándalo no se repetiría nunca.
¡Cuán errados andábamos! Resulta que en estos días, Francia, que no es precisamente la campeona mundial del machismo, asiste estupefacta a lo que podríamos llamar el #MeToo 2.
En esta ocasión, el escándalo de acoso, o más bien ciberacoso sexista, golpea al universo de la comunicación.
Lo curioso es que los agresores no corresponden al perfil clásico del patriarca machista: un patán feo, gordo y viejo, sin educación en el sentido más amplio de la palabra, un tipo prepotente con cierto poder del cual abusa constantemente hostigando a mujeres, grupos feministas o militantes LGBTTTI, básicamente para impresionar a sus amigos varones de la misma parroquia.
Los acosadores protagonistas de este nuevo alboroto tienen entre 30 y 40 años, experiencia como periodistas brillantes de carrera en los medios de mucho prestigio en Francia (gracias a sus múltiples diplomas universitarios de primer nivel), sin olvidar su pertenencia a lo que llamamos “la crème de la crème” de las élites parisinas.
Hace una década uno de ellos, Vincent Glad, entonces un reconocido comunicador del diario Libération, llevó a la práctica su singular idea de crear en Facebook un grupo de puros varones, periodistas influyentes, bajo el nombre de La Liga LOL. Ojo, su proyecto carece de la más mínima gracia y no hace reír para nada.
El objetivo repugna. La Liga LOL se dedicaba a ridiculizar en las redes sociales a sus colegas de trabajo, mujeres periodistas o blogueras. Su modus operandi: dirigir a las víctimas insultos, burlas, mensajes sexistas humillantes, fotomontajes con imágenes pornográficas, chistes sobre la violación, etcétera.
Por supuesto, los odiosos mensajitos aparecían en Twitter o Facebook y se propagaban como la pólvora, ya que cada uno de esos depredadores tenía al menos 50 mil seguidores en Internet.
Los ataques más intensos no ocurrieron ayer, sino entre los años 2009-2012. Sólo que los primeros testimonios de las víctimas, que no dudaron en revelar públicamente las identidades de sus “colegas” acosadores, aparecieron apenas el pasado fin de semana. Arrancó la avalancha, y ya nadie la podrá frenar.
Mientras toda Francia, en estado de shock, se pregunta cómo ha sido posible, las afectadas saborean los efectos de sus denuncias. Al menos ocho de los más de 30 agresores ex miembros de la polémica Liga LOL (que ya no existe por razones obvias) fueron apartados de sus puestos.
A su despido se le da bombo y platillo mediático. La venganza puede saber a gloria.
De nada ha servido el mea culpa de los machistas acusados, en teoría liberales urbanos y cultos con un IQ privilegiado. Las disculpas que llegan tarde no encuentran a nadie.