La oposición a las políticas de López Obrador, sea la organizada o la personal y espontánea, no debe recurrir al insulto, al clasismo ni al racismo. En redes sociales, donde a diario se da una parte estridente del debate nacional, muchos prefieren la palabrota o el adjetivo a la aclaración sensata de porqué están contra una o varias políticas del presidente.

Si yo llamo “chairo pendejo” a alguien que ignora los principios de un tema o que cuyas premisas son débiles, no estoy ganando ningún argumento por qué no estoy haciéndolo repensar su apoyo, muchas veces ciego, a las políticas presidenciales. Lo único que estaría logrando es que esa persona me odie, al punto de romper toda posibilidad de coincidencias programáticas y debates futuros. Una oposición que crea que denigrando a la gente va a lograr cambiar el sentido de su voto, es una oposición que ha dejado de creer en la política.

¿Por qué me ocupa este tema? Por una razón pragmática y otra ideológica. Primero, el insulto, el clasismo y el racismo solo nos alejan del objetivo de ir convenciendo a la gente, de cara a las elecciones intermedias de 2021, de que López Obrador gobierna con ocurrencias y contradicciones inaceptables, y que por lo mismo, se necesitan más contrapesos en el Congreso que obliguen al presidente a un “cogobierno” con los demás partidos que limite su capacidad para la arbitrariedad administrativa y el populismo rentista.

Y segundo, las oposiciones, que por cierto no es una sino varias, tienen la obligación moral de no responder con la misma moneda de insultos y virulencia que una parte del lopezobradorismo siempre ha usado, desde que no tenían el poder. Muchos hemos padecido esto tanto en redes como en actividades políticas en las calles, pero exactamente por eso es que no debemos replicarlo; hacerlo es, de nuevo, dejar de creer en la política.

Con este exhorto no pido que las oposiciones perdamos humanidad o sentido del humor. De hecho, este último es clave para transmitir de manera efectiva propuestas, alternativas y críticas a posiciones cuestionables del presidente y sus aliados. Pero en algún momento que incorporé a mi discurso la palabra “chairo” y otros improperios, me di cuenta que lo único que lograba era cortar toda comunicación con personas que no pensaban como yo.

En conclusión: reducir el peso de MORENA y sus aliados en 2021 debe ser el objetivo principal de las oposiciones en lo nacional. Y más allá de las posturas y políticas específicas para convencer a la gente de la necesidad de un “cogobierno” en 2021 (un debate mucho más extenso), no debemos olvidar que el insulto, el clasismo y el racismo solo generan resentimiento, y este, a su vez, solo orilla a las personas a posturas cerradas e incluso necias con tal de no conceder un argumento al opositor, por más razón que tenga este.

Para lograr buenos puentes de comunicación, sobre todo con los votantes más volátiles de López Obrador (esos que, asqueados por la política en general, votaron por él tapándose la nariz pero que en 2021 podrían ir contra MORENA y sus aliados si perciben ineptitud o hipocresía), los adagios clásicos “ataquemos ideas y argumentos, no personas” y “se atrapan más moscas con miel que con vinagre”, pueden resultar bastante útiles.

@AlonsoTamez