El fenómeno Diego Lainez en Betis, la irrupción goleadora de Alexis Vega, el torneo pasado de Roberto Alvarado con Cruz Azul, las atajadas de Sebastián Jurado para el Veracruz, la regularidad de Erick Aguirre en Pachuca, tan joven y ya mundialista Edson Álvarez… Razones para el optimismo abundan, como también para admitir que menos de diez promesas no bastan para ser potencia y que quienes llegan tan pronto son más bien excepciones que confirman la regla: generamos poco y aprovechamos menos en nuestro futbol.

Veámoslo como un reloj de arena: con un cuello tan cerrado por la cantidad de fichajes extranjeros y el insuficiente trabajo en detección de talentos, son minoría quienes pasan al otro lado cuando corresponde. Al tiempo, el resto esperará entre ansioso y frustrado a su momento, asumiendo que para cuando le toque cruzar ya será demasiado tarde: para madurar, para crecer, para ser el crack que pudieron.

Ya sería hora de que los equipos notaran lo rentables que resultan unas fuerzas básicas productivas. Pachuca y América saben hoy que con un Chucky o Lainez lanzado cada cinco años (o con un Rodolfo Pizarro o Raúl Jiménez, o con un Erick Gutiérrez o Diego Reyes), no sólo se robustece al primer equipo de identidad, sino que de paso se amortiza su proyecto de divisiones menores. Lejos de eso, casi todos los demás prefieren la burda inmediatez plagada de foráneos que, a menudo, serán estorbo y no solución.

Vale la pena decir que no se trata de la primera camada relevante de promesas en México. Por citar algunos ejemplos, la de mediados de los noventa que iría a Atlanta 96 y Francia 98, parecía también un parteaguas en la historia del futbol nacional (Cuauhtémoc, Palencia, Pavel Pardo, Oswaldo); o la que se coronó en el Mundial sub17 de 2005 y ya acudió a Sudáfrica 2010 (Vela, Moreno, Efraín Juárez, Giovani). Sin embargo, y sin menospreciar lo que cada cual hizo, esas generaciones se atoraron a nivel mayor en octavos de final.

Lainez y quienes sea que se integren a su revolución (Vega, Alvarado, otros), no dejarán de triunfar por el entorno; la realidad es que quien llega lo hace pese a cuanto se dice, porque soportarlo es parte del camino obligado de una figura pública. Más factible sería que dejen de triunfar por soledad: porque mientras ellos recibieron la confianza, al común de sus contemporáneos se les dosificará a proporciones penosas.

Twitter/albertolati

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.