En el Senado comenzará a progresar el aterrizaje de la propuesta de la Guardia Nacional gracias a la comprensión de Morena respecto de la necesidad de un diálogo más afinado con sus oposiciones y, recíprocamente, debido al entendimiento de las fuerzas minoritarias de sus límites y probabilidades ante la fuerza del partido del Presidente de la República, el principal promotor de la propuesta.
Si bien es cierto fue con el oficio político de Ricardo Monreal y el de los liderazgos del PAN, con Mauricio Kuri; del PRI, con Claudia Ruiz Massieu; del PRD, con Miguel Ángel Mancera, y de MC con Dante Delgado, que este domingo quedó claramente restablecida la ruta del diálogo respecto de la Guardia Nacional. El fortalecimiento de este viraje dependerá en buena parte de la profundidad de las discrepancias a presentarse el martes.
En esa ruta hay un claro avance.
Al insistir en una visión común atemperada, todas las fuerzas políticas parecen reformularse, junto a su identidad, ante uno de los dos temas centrales de la agenda nacional: el de la seguridad, que dominará el escenario y mejor que lo haga con una narrativa compartida medianamente entre los adversarios. En contraste, habría la imagen de una enemistad que podría concentrar los daños entre las oposiciones.
Quienes carezcan de una apuesta a favor de un cierto orden, “el que sea”, podrían estarse oponiendo a sus propias posibilidades de recuperar audiencia electoral.
Una propuesta de Guardia Nacional, u otra verbalización, y programa de recuperación de la seguridad únicamente puede provenir de una fuerza mayoritaria con popularidad aquí y ahora.
Las oposiciones parecen dispuestas a disminuir animosidad y ya hablan de importantes “coincidencias”
A esa disposición de reconocer los puntos de convergencia se agrega la gravedad de los datos sobre seguridad que en materia de homicidio doloso se mantienen, especialmente los vinculados al crimen organizado y a su constante evolución para recolocarse como detonador de otros crímenes en todas aquellas localidades dispersas del territorio nacional en las cuales la estrategia de seguridad de dos sexenios ha fracasado.
Por si fuera poco, la discusión sobre la presunta “militarización del país” ha ido menguando como contenedor de la propuesta presidencial de la Guardia Nacional.
Conforme diferentes voces reformulan su análisis y su narrativa y pasan paulatinamente de la crítica frontal a una más moderada oposición a la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador -en buena parte desconcertadas por el respaldo creciente al incipiente nuevo régimen-, crecen las probabilidades de respaldo a la Guardia Nacional.
Las voces de los propios partidos parecen contagiarse de dos hechos incontrovertibles: el Ejército es una de las dos instituciones más respetadas, y en todas las comunidades lastimadas, es esa institución la que mejor se asocia positivamente a la recomposición del orden constitucional -el sentido normativo- y a la construcción de una plataforma operativa sólida para contener las delincuencias -el sentido táctico.
La realineación partidaria no necesariamente es indicador de garantía de éxito, pero inicia una actitud para discutirlo.
@guerrerochipres