Después de un acelerado proceso de aprobación que tuvieron los Gobiernos de México, Estados Unidos y Canadá, el año pasado, para alcanzar un acuerdo preliminar del Tratado Comercial entre las tres naciones, la ratificación por parte de los Congresos parece tenerlo en la congeladora.
Poco se ha comentado de la ratificación en los Congresos. En Estados Unidos hubo un cambio en la conformación de las Cámaras, alcanzando los demócratas a dominar la Cámara baja y los republicanos, la Cámara alta. Los tiempos de una ratificación simple de un “sí” o “no” sin modificaciones concluyó sin éxito en la Unión Americana. Ahora, el riesgo de una aprobación condicionada a cambios está vigente.
Los legisladores canadienses quieren retrasar la votación en su Congreso hasta que el Gobierno de los Estados Unidos elimine los aranceles del acero y el aluminio que hace meses impuso a varios países, entre ellos Canadá y México.
Haciendo un poco de historia, el T-MEC reemplazará al TLCAN o NAFTA, aprobado en 1994; fue firmado por Enrique Peña prácticamente con un pie fuera de la Presidencia y participó en las negociaciones por México un equipo sui géneris, con representantes tanto de la administración saliente (EPN) como de la entrante (AMLO).
Las modificaciones más grandes del tratado benefician a EU con la apertura del mercado lácteo canadiense que en el NAFTA estaba protegido; con el condicionamiento de que para exportar sin aranceles a la Unión Americana un automóvil debe contener al menos 75% de componentes de la zona; con el establecimiento de un tope de importaciones norteamericanas de autos en caso que se adopte un arancel de 25% a unidades provenientes de alguna zona fuera del T-MEC; y finalmente, con la revisión periódica de cada seis años de las condiciones del tratado.
Otro elemento que causó tensión en las negociaciones fue el referente al salario; la industria automotriz podrá acceder a mayores beneficios arancelarios, en tanto 75% de sus componentes sean de la zona, y de ese porcentaje, entre 40% y 45% sea fabricado en zonas de altos salarios, es decir, que paguen al menos 16 dólares por hora.
Hay que destacar que aproximadamente 70% de las exportaciones mexicanas del sector automotriz cumplen con dichas condiciones, por lo que se ha incrementado la producción en estas zonas. Sin embargo, el alza en los salarios del sector está siendo muy paulatina y en algunos casos inexistentes, dadas las condiciones actuales de la economía y de la propia demanda americana que siguen desacelerando paulatinamente.
Con todo esto, la economía mexicana se ve envuelta por un bajo nivel de inversión privada. Por un lado, la falta de ratificación en los Congresos como ya comentamos, la adaptación a las nuevas políticas económicas y sociales con énfasis de un Gobierno que busca “acabar con la corrupción y el neoliberalismo” han generado una serie de acciones que han mantenido a los inversionistas a la expectativa y, además, un entorno internacional adverso encaminado a una clara desaceleración de la economía mundial en 2019. Así, las expectativas del mercado oscilan entre 1.0 y 2.0% de crecimiento económico en 2019.
Si a la baja inversión privada le sumamos que el presupuesto fluye con lentitud en este primer año de administración y el consumo se mantiene a una expansión a menor ritmo cada vez, tendremos riesgos sobre el crecimiento, pero también sobre el nivel de recaudación, en especial, hacia el segundo semestre del año.
LEG