No coincidirán quienes hallan en el Old Trafford del United su santuario ni aquellos devotos que cantan en el Goodison Park del Everton, pero el planeta del futbol tiene derecho a desear que el Liverpool conquiste su primera Premier League.
Por supuesto, decir el mundo del futbol es referirse al reino más extremo de odios y pasiones, de ahí que la sola insinuación se preste a algo por demás rebatible (por buscar otra excepción: tampoco los guardiolistas, hoy tan del Manchester City, estarán de acuerdo).
Sin embargo, ya va siendo hora de que el Liverpool se corone. Al margen de unos cuantos títulos desperdigados por los primeros dos tercios del siglo Veinte, su grandeza se forjó en paralelo con la decadencia de su puerto. Una extraña correlación: más desentonaban sus privaciones en relación con la bonanza en el resto de Inglaterra, más crecía el desempleo, más barrios eran vaciados porque los liverpudlian tenían que emigrar a otros sitios…, y más trofeos levantaba el conjunto red.
Reivindicación que llegó desde la música con sus célebres Beatles y desde el futbol con el equipo dirigido primero por Bill Shankly, después por Bob Paisley. Una bancarrota gestada algo antes, cuando sus vecinos de Mánchester abrieron un canal que les concedió salida directa al agua, de ahí que los contenedores de Liverpool se hicieran inútiles y el desangelado río Mersey llorara en nostalgia de lo que fue mover la mitad del comercio internacional.
11 ligas de 17 entre 1973 y 1990, más 4 Copas de Campeones de Europa entre 1977 y 1984, elevaron al Liverpool a lo más alto de las islas británicas.
Más se deterioraban las condiciones en el puerto con las medidas impuestas por el gobierno de Margaret Thatcher y más arrasaba su oncena roja.
Eso hasta que en 1992 nació la Premier League y la hegemonía se acabó. Tras 26 años de sequía, este año pintaba como el de la reconquista, pero tres empates en cuatro partidos han golpeado muchísimos las perspectivas de ganar esta liga. De hecho, muy en lo personal me duele decirlo, pero ya no veo como favorito al título al Liverpool. Si en 2014 fue lacerante el resbalón del ícono Steven Gerrard, en este 2019 luce incluso más absurdo este desplome.
Casualmente, justo cuando la vida vuelve a ofrecer alternativas en el puerto (un nuevo enfoque más dirigido a tecnología que a estibadores en el Mersey), el equipo se traba en sus asaltos a la Premier.
Quién sabe, tal vez sin ansiedad social e incertidumbre económica no haya motor hacia el cielo.
Twitter/albertolati